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(Libro de Manuel Soler, reseñado por A.Q.)

 

El autor de este libro (biólogo de profesión) explica en él, con un lenguaje sencillo, cómo y por qué las bases del comportamiento humano tienen origen en la evolución por selección natural (darwinismo) y son hereditarias. No se trata de un ensayo político ni de un escrito sobre movimientos ecologistas y ecosistemas salvajes, temas habituales en esta página, sino simplemente de un libro de divulgación científica. Pero en esta ocasión se trata de un tema pocas veces reconocido dentro de los movimientos ecologistas: la naturaleza humana salvaje. Hago hincapié en esto porque para muchos amantes de la Naturaleza parece como si ésta se circunscribiera a los animales no humanos, las plantas, los ríos, llanuras y montañas,… es decir, a los ecosistemas; mientras los humanos quedan a un lado, como seres venidos de otro planeta. Cierto es que en la actualidad, casi toda la población humana vive dentro de entornos fundamentalmente artificiales (ciudades y pueblos), pero los entornos evolutivos de todos los seres humanos han sido hasta épocas recientes (a escala evolutiva) los ecosistemas salvajes y los modos de vida cazadores-recolectores nómadas, en los cuales se forjaron las cualidades innatas de nuestra especie. Del mismo modo que el león africano que lleva generaciones en un zoológico, sigue estando mejor adaptado para la vida en la sabana africana donde evolucionó, los humanos conservamos nuestra naturaleza adaptada a la vida en los ecosistemas salvajes. Y eso, lo innato, también es parte de la Naturaleza salvaje, para algunos nuestro valor fundamental.

El libro comienza explicando por qué tiene sentido analizar el comportamiento humano desde una perspectiva etológica (como el de un animal más) y dando una breve explicación del método científico que a continuación usará. A partir de ese momento comienzan los capítulos dedicados a aspectos concretos del comportamiento. Los tratados en mayor profundidad son: búsqueda de pareja, reproducción, cuidados parentales, comportamiento en grupo, altruismo, relaciones entre especies y comunicación animal. La mayoría de estos aspectos del comportamiento son percibidos habitualmente entre los humanos de una forma muy reconfortante: como el fruto de una decisión premeditada, es decir, voluntaria. De reconocer una influencia, esta suele ser la del entorno (que la sociedad ha hecho que el individuo se comporte así y no de otra manera). El libro muestra con múltiples ejemplos cómo lo innato (las capacidades, tendencias y necesidades que forman la naturaleza humana) influye de forma inconsciente en nuestro comportamiento, al igual que le ocurre a cualquier otra especie animal.

De este modo el libro aporta numerosos ejemplos de algo que seguramente todos los lectores de esta página tengan en su mente al menos a nivel intuitivo: que los seres humanos somos animales. Podrá parecerle al lector que esto es algo demasiado elemental y reconocido dentro de la sociedad tecnoindustrial como para necesitar aportar pruebas acerca de ello. Pero la realidad es que, más allá de reconocer, en abstracto (y a veces ni eso), que los humanos somos animales, muy pocas personas parecen aceptar algunas de las implicaciones que ello conlleva (sobre todo aquellas implicaciones incompatibles con los modos de vida civilizados). Es de lamentar que, salvo excepciones, ni tan siquiera los biólogos (incluido el autor de este libro) sean capaces de reconocer abiertamente dichas implicaciones (como la apuntada antes con el ejemplo del león africano). Una y otra vez, en sus escritos o intervenciones públicas, la mayoría de los científicos dan marcha atrás y proponen alguna excepción para el ser humano (que si ya hemos cambiado algo biológicamente con los siglos o milenios que llevamos de civilización, que si hay que tener fe en que los humanos podrán adaptarse al mundo que está creando el desarrollo tecnológico, que si la inteligencia humana nos permite rebelarnos contra nuestros instintos, etc.). Parece como si los científicos que estudian al ser humano tuvieran miedo de terminar defraudando a sus compañeros de circulo académico o al público en general. Reconocer todas las implicaciones que conlleva ser animales parece que, salvo excepciones, es demasiado pedir para un sector de la sociedad (la comunidad científica) perfectamente integrado en la sociedad moderna. Por consiguiente, la mayoría de los científicos, muestran una notable discordancia entre los conocimientos que obtienen con su trabajo científico y las conclusiones a las que finalmente llegan influidos por sus valores morales. Puede ser importante saber diferenciar ambas cosas (el hecho probado de la convicción moral, lo que es de lo que a algunos les gustaría que fuera,…).

El libro en concreto también contiene algunos otros aspectos criticables y/o erróneos. A continuación, voy a abordar tal cuestión centrándome en un par de aspectos concretos del libro que me parecen de especial relevancia.

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