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PRESENTACIÓN DE “LA TIERRA NO ES UN JARDÍN

El interés que le vemos al siguiente texto es que es una crítica bastante acertada de las corrientes ecomodernistas basadas en el concepto del Antropoceno.

No obstante, el autor cae en dos errores sobre los que es necesario llamar aquí la atención:

1. El autor, siguiendo la línea tradicional del conservacionismo, habla de cultivar el sentimiento de “modestia y respeto” hacia la Naturaleza como vía principal para lograr la preservación de ésta. Ciertamente, el sentimiento de humildad y de respeto por la Naturaleza es algo loable, que obviamente los editores de Naturaleza Indómita compartimos y consideramos fundamental, pero dudamos que por sí mismo sea suficiente para preservar efectivamente la Naturaleza salvaje. El motivo de esto es que lo que determina el desarrollo de las sociedades no son fundamentalmente las ideas, sentimientos, actitudes o valores mantenidos por sus miembros, sino los factores materiales, las condiciones físicas que restringen, condicionan y empujan a dichas sociedades a tomar el rumbo que siguen. Y, por tanto, la destrucción de la Naturaleza por parte de las sociedades humanas viene determinada principalmente por los factores materiales que condicionan el desarrollo de las mismas (demografía, necesidad de recursos, capacidad tecnológica, etc.). Las ideas, creencias y valores predominantes en dichas sociedades son sólo un efecto de dicho desarrollo, no su causa. Las ideas y actitudes predominantes pueden y suelen servir para justificar y reforzar dicho desarrollo, pero ni lo originaron ni lo mantienen por sí mismas. Y del mismo modo, las ideas y sentimientos contrarios a esa destrucción tampoco van a servir, por sí mismos, para cambiar el rumbo de la sociedad y con él la destrucción de la Naturaleza. Lo único que podría lograrlo sería algo igualmente de carácter físico que incida en las bases materiales del mantenimiento y desarrollo de la sociedad tecnoindustrial.

Visto lo visto, no resulta pues extraño que el autor crea ingenuamente que basta con dejar que la ética y los ideales (tomar lo salvaje como valor fundamental) sirvan de guía a la “intensificación” (es decir, al desarrollo de la sociedad tecnoindustrial) promovida por los neoconservacionistas. Sin embargo, como hemos señalado, los ideales y principios no sirven por sí solos. Los valores e ideas pueden servir para definir unos fines e inspirar e incitar a perseguirlos, pero para lograr dichos fines hace falta algo más que una ética y una ideología. Si las condiciones materiales que determinan principalmente el desarrollo de la sociedad tecnoindustrial no son modificadas, la ética y los ideales no lograrán nada por sí mismos y el desarrollo seguirá su curso actual, con toda la destrucción y sometimiento de lo salvaje que inevitablemente conlleva.

2. Keim, también en la línea conservacionista típica y en relación con lo anterior, cree ingenuamente en la posibilidad de alcanzar un equilibrio o compromiso entre el desarrollo de la tecnología moderna y la preservación de la Naturaleza salvaje. De ahí que, a pesar de sus críticas, haga ciertas concesiones a los ecomodernistas y hable positivamente de “las finanzas de la conservación”, de ciertas formas de ingeniería genética, de la colaboración entre los ecomodernistas y las multinacionales (The Nature Conservancy y Rio Tinto, por ejemplo), etc. Sin embargo, dicho equilibrio es imposible. La única forma de preservar eficazmente la Naturaleza salvaje a largo plazo sería la eliminación física completa del sistema tecnoindustrial. Cualquier otra solución de compromiso entre tecnología moderna y Naturaleza salvaje, será insuficiente para conservar a largo plazo ésta última y antes o después acarreará su total destrucción o/y sometimiento. Así pues, la dicotomía planteada por Michael Shellenberger y Ted Nordhaus: o calentamiento global o electricidad, resulta no ser tan falaz como el autor pretende. Si bien este par de ecopostmodernos pretendían defender arteramente con ella la sociedad tecnoindustrial, dando por sentado que cualquiera elegiría el mantenimiento y desarrollo de la sociedad tecnoindustrial, sean cuales sean sus consecuencias negativas para la Naturaleza, antes que quedarse sin las comodidades modernas, el hecho es que en toda dicotomía hay dos opciones posibles, por mucho que a ellos en este caso les espante la otra opción: eliminar la electricidad, es decir, el sistema tecnoindustrial.