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La creencia en que la población humana se acabará estabilizando en un futuro cercano está bastante generalizada en la sociedad tecnoindustrial y a menudo es usada para tratar de restar importancia a las advertencias acerca de la superpoblación. Dicha creencia se basa en una interpretación optimista del fenómeno conocido como “transición demográfica”, que consiste en el hecho de que a medida que los países se van desarrollando social y tecnológicamente, el crecimiento de su población se ralentiza, se detiene o incluso en algunos casos se revierte. Esto ha llevado a muchos a creer que la población mundial acabará estabilizándose cuando el nivel de desarrollo social y tecnológico que hoy en día tienen los países más industrializados llegue a estar lo suficientemente extendido a nivel global. Sería lo que los autores del artículo llaman “la vía industrial hacia el crecimiento (demográfico) cero”, en oposición a “la vía ecológica hacia el crecimiento (demográfico) cero” que sería el fenómeno que se produce cuando las poblaciones dejan de crecer o decrecen debido a la escasez extrema de recursos y energía.

El interés del artículo que presentamos a continuación consiste en que pone seriamente en cuestión la validez de esa creencia ya que, según los cálculos de los autores, la energía disponible muy probablemente no será suficiente para que se produzca la vía industrial hacia el crecimiento cero. Esto es un jarro de agua fría para todos aquellos humanistas y progresistas tecnooptimistas que tratan de restar importancia al problema de la superpoblación hablando de futuras estabilizaciones demográficas debidas al desarrollo.

Aun así, querríamos comentar y matizar ciertos aspectos del artículo:

  • A algunos lectores les puede resultar paradójico que los autores planteen que la escasez de energía vaya a generar que la población siga aumentando y no a la inversa. ¿No estarán pasando por alto ciertos factores y posibilidades? ¿No será más bien que, si la energía y los recursos no son suficientes para que se produzca la transición demográfica, entonces la población decrecerá por un aumento de la tasa de mortalidad por enfermedades, guerras u otros factores? ¿Y no podría suceder que en un futuro la población descienda de todos modos porque se imponga legalmente una disminución de la tasa de natalidad por obligación legal (como en China hace años con la “política del hijo único”)?

Vayamos por partes:

Para entender por qué en realidad no existe dicha paradoja hay que tener en cuenta lo siguiente: cuando la escasez de energía y recursos es tal que amenaza la supervivencia, la población decrece también (sobre todo por un aumento en la mortalidad; es lo que los autores llaman la “vía ecológica hacia el crecimiento cero”). Y, al contrario, si algún día las sociedades llegasen a ser tan ricas y poderosas que hubiese energía y recursos de sobra para todos y para todo y pudiesen superar todas las limitaciones físicas, y si para entonces siguiese habiendo seres humanos, entonces muy probablemente la población también crecería de nuevo en ellas (porque tener y criar muchos hijos no nos costaría nada). Sin embargo, a escalas intermedias de energía y recursos (ni demasiado escasos ni demasiado abundantes) las cosas funcionan de otro modo. Las sociedades humanas en la actualidad, tanto en los países desarrollados como en la mayoría de los subdesarrollados, se hallan dentro de este rango intermedio, sin escasez extrema y con un consumo de energía per cápita bastante elevado, aunque tampoco con la suficiente abundancia como para no seguir estando sometidas a serias limitaciones físicas. Así, en la mayoría de los países en vías de desarrollo, si bien hay cierta escasez en comparación con los países desarrollados y por tanto su consumo de energía y recursos no es tan elevado como para permitirles alcanzar los altos niveles de desarrollo de éstos, dicha escasez no es tan grave como para impedir la subsistencia y la reproducción de la mayor parte de la población, y por eso ésta sigue creciendo. Mientras que en los países más desarrollados, la población tiende a estabilizarse o incluso a decrecer.

Pero, ¿por qué entonces la población no crece más en los países desarrollados, donde tiene a su disposición más recursos, sino que incluso decrece? ¿Por qué se produce esta “transición demográfica” en los países a medida que aumenta su nivel de desarrollo tecnológico y social? Los progresistas dicen a menudo que es porque en las sociedades avanzadas las mujeres tienen más poder, libertad e independencia económica y, por tanto, pueden decidir no tener tantos hijos y dedicarse a –es decir, invertir su tiempo, energía y recursos en- otras cosas diferentes de criarlos (cosas que se supone que son más chachipirulis, las “realizan” más como personas, son más importantes y “elevadas espiritualmente”, etc.). Otros dicen que es porque en las sociedades desarrolladas los hijos salen muy caros: criarlos “adecuadamente” (es decir, según los cánones vigentes en dichas sociedades) exige una gran inversión de tiempo, esfuerzo y dinero a los progenitores, los cuales por tanto, a no ser que sean muy ricos, evitan normalmente tener muchos hijos. Otros dicen que puede que sea debido a motivos de índole psicológica -las condiciones de vida modernas inducen estados psicológicos que hacen que muchos individuos tiendan a no querer reproducirse- e ideológica -los valores e ideas imperantes en las sociedades tecnoindustriales hacen que la gente prefiera reproducirse menos. Otros dicen que en realidad es por los anticonceptivos y el control de la natalidad mediante tecnologías modernas, ya que sin ellos la gente no podría poner en práctica tan fácilmente su decisión de tener menos hijos. Y probablemente sea una combinación de al menos algunos de estos motivos (u otros) en distintas proporciones. El caso es que, sea por el motivo que sea y por contradictorio que en principio este hecho pueda parecer, en las sociedades tecnológica y socialmente más desarrolladas el crecimiento de la población se ralentiza o incluso se invierte.

En cuanto al posible aumento de la mortalidad por enfermedades, guerras, hambre, etc. entraría también seguramente en lo que los autores llaman “vía ecológica hacia el crecimiento cero”, porque las guerras y las enfermedades vienen a menudo favorecidas por la escasez extrema (por debajo del mínimo para la supervivencia y la reproducción). Si en algún momento la escasez aumenta de modo que amenace la supervivencia, dicho aumento de la mortalidad sucederá. Y esta posibilidad está en realidad implícita en la conclusión de los autores acerca de la improbabilidad de que la “vía industrial hacia el crecimiento cero” se produzca a nivel mundial. Si la “vía industrial hacia el crecimiento cero” no se produce, la alternativa, antes o después (tras un periodo de crecimiento demográfico) es la “vía ecológica hacia el crecimiento cero”.

Y en cuanto a lo del control del crecimiento demográfico mediante leyes, es también una posibilidad, pero no es tan fácil que suceda a nivel mundial. Primero, ni siquiera funcionó totalmente en China y al final el gobierno chino tuvo que anular dicha ley. Y China es el único sitio que sepamos donde hasta la fecha se ha intentado aplicar seriamente algo similar. Segundo, la mayoría de gobiernos y de la gente están más preocupados por frenar el descenso (en el crecimiento) demográfico que por fomentarlo (los gobiernos tienden a menudo incluso a subvencionar de diversas maneras el tener hijos), por motivos económicos (la conocida cantinela acerca de asegurar las pensiones, fomentar el consumo, etc.). Tercero, reproducirse es en el fondo el sentido de la vida de todo ser vivo, es la tendencia fundamental de las personas, la esencia de su naturaleza (en principio, todos los demás comportamientos y rasgos psicológicos naturales se explican en base a ello). Tratar de reprimir masivamente este instinto fundamental es muy difícil y causaría muchos problemas a su vez. Además, implicaría un grado de ingeniería social que no sólo sería abominable desde el punto de vista del control social, la falta de libertad individual y los problemas que causaría, sino que ni siquiera sería factible a nivel práctico (haría falta un aparato de propaganda y represivo increíblemente grande y potente para lograr que dicho programa de control de la natalidad funcionase de forma mínimamente eficiente a nivel mundial).

Ciertamente, es cuestionable hasta qué punto los pronósticos de los autores serán acertados y si están teniendo en cuenta todas las posibilidades y factores que podrían influir. Lo primero es imposible de determinar a priori, porque sabemos que el desarrollo de las sociedades es en gran medida impredecible. Si bien es probable que las predicciones de los autores acaben no siendo completamente acertadas, no se puede saber aún en qué medida lo serán o no. Aunque esto también lo reconocen ellos en el texto. Lo que los autores (al igual que la mayoría de los científicos y otra gente que se dedican a tratar de hacer predicciones del futuro desarrollo del sistema tecnoindustrial) hacen es sólo extrapolar a partir de las tendencias históricas (seguir dibujando las curvas a partir del presente en base a las trayectorias conocidas del pasado) y eso, aunque probable, no es seguro (pueden aparecer factores que modifiquen dichas trayectorias). Si algo hace la realidad es cambiar de trayectoria a menudo y de forma imprevista.

En cuanto a la segunda duda, es decir, si los autores tienen en cuenta todas las posibilidades y factores, los autores plantean básicamente sólo dos posibilidades: o bien, si la energía no es suficiente para que se produzca una transición demográfica a escala global, la población humana seguirá creciendo aún más, o bien, en el poco probable caso de que se lograse obtener la suficiente energía para que se produzca dicha transición demográfica, entonces el que probablemente seguiría creciendo indefinidamente sería el sistema tecnoindustrial.[1] Sin embargo, los autores apenas mencionan que hay otras alternativas: como ya hemos señalado, si en algún momento del futuro la energía o los recursos llegan a ser demasiado escasos, puede que no sólo el desarrollo social y tecnológico pare o incluso se revierta, sino que la población decrezca también (se entraría en la vía ecológica hacia el crecimiento cero a que los autores se refieren en el texto). También podría suceder que el desarrollo pare a nivel general porque alguien o algo distinto de una crisis energética o de materiales lo frene. O podría suceder… sabe Dios qué.

  • Evidentemente, los autores ven como algo malo que muy probablemente la estabilización demográfica prevista no vaya a suceder, porque esto implica que no se producirá tanto desarrollo como el que se suele esperar que se va a producir (los autores ven el desarrollo tecnológico y social como algo bueno). Y ciertamente el hecho de que la “vía industrial hacia el crecimiento cero” probablemente sea un mito es algo malo, pero no porque probablemente no vaya a producirse tanto desarrollo como a los autores les gustaría, sino sencillamente porque implica que la superpoblación muy probablemente seguirá agravándose en un futuro cercano, con todos los problemas ecológicos (y de otros tipos) que eso conlleva.

  • Los autores dicen “Actualmente no está claro por qué el aporte de energía extrametabólica al total del consumo energético de los seres humanos industriales altera sus patrones reproductivos, los cuales en poblaciones con una fertilidad natural seguirían las reglas de los ciclos vitales basados en la energía”. Ésta es una manera bastante explícita, para venir de científicos, de reconocer no sólo que las sociedades industriales modifican el comportamiento humano natural (aunque los autores sólo mencionan la fertilidad humana, ésta no es la única tendencia natural humana que se ve profundamente afectada por la sociedad tecnoindustrial), sino también que la cantidad de energía y de recursos que no se dedica a mantener a los seres humanos (lo que los autores llaman “aporte energético extrametabólico”) tiende a ser cada vez mayor. En donde no entran es a preguntarse a qué se dedica toda esa energía “extrametabólica” que se consume en las sociedades industriales y que no acaba dedicándose a producir y mantener una mayor descendencia humana. Siendo la sociedad tecnoindustrial una sociedad que genera y consume energía como ninguna otra sociedad y si toda esa energía extra no se dedica a la reproducción humana, la lógica nos dice que se está dedicando de manera creciente al mantenimiento de la maquinaria general del sistema y de sus organizaciones, especialmente de sus partes no humanas (infraestructuras de producción y mantenimiento, estructuras de gestión, medios de propaganda y tecnología en general). La cantidad de energía necesaria para mantener y desarrollar el sistema tecnoindustrial va mucho más allá de mantener las necesidades y tendencias básicas humanas (incluida la reproducción), y, por tanto, en realidad de lo que se trata cada vez más es de mantener el sistema, no a la humanidad.[2]

  • Los autores mantienen a China entre los países en vías de desarrollo en los últimos datos que usan (2007). ¿Acaso China no era ya un país desarrollado en 2007? Esto da que pensar acerca del rigor con que los autores manejan e interpretan ciertos datos.

  • Por último, los autores, como desgraciadamente suele ser habitual en textos de temática ecológica, no pueden evitar pagar su “diezmo” a la corrección política imperante encajando un poco con calzador en el texto el tema de la desigualdad entre países. Nos referimos en concreto a sus comentarios sobre la desigualdad en el uso de energía entre países desarrollados y en vías de desarrollo y a los cálculos que realizan en base a modelos basados en hipótesis “igualitarias” (aumentar la disponibilidad de energía en países en vías de desarrollo y reducirla en los países desarrollados) que en realidad, al fin y al cabo, no cambian los resultados (la energía total disponible sigue siendo la misma e insuficiente para seguir de forma global la “vía industrial hacia el crecimiento cero”) ni aportan nada destacable a su estudio, más allá de permitirles quedar bien con sus colegas y entornos científicos progres.

[1] Por ejemplo, podría suceder que, se consiga controlar la fusión nuclear y se logre tener energía ilimitada disponible, con lo que el sistema tecnoindustrial daría un acelerón tremendo y sería imparable, desapareciendo la mayoría de las limitaciones físicas a su crecimiento (incluido el demográfico). Es poco probable que suceda en un futuro relativamente cercano, pero en teoría podría suceder.

[2] Aquí podemos intuir el motivo fundamental por el cual la gente en las sociedades más desarrolladas tiende a reproducirse menos: el consumo de energía y recursos que la población necesita para mantenerse y reproducirse compite cada vez más con el consumo de energía y recursos necesario para mantener las cada vez más abundantes e imprescindibles partes no humanas del sistema. Este motivo subyace a los motivos más concretos comentados más arriba. En cada momento histórico, los sistemas sociales seleccionan positivamente (fomentan y facilitan) aquellos valores, ideologías y comportamientos que les favorecen y seleccionan negativamente (ignoran e incluso persiguen y censuran) los que estorban su mantenimiento y desarrollo.