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Presentamos a continuación la traducción de tres capítulos sucesivos del libro de The Wealth of Nature: Environmental History and the Ecological Imagination de Donald Worster. Hemos seleccionado estos tres capítulos porque nos han parecido los más interesantes del libro y, aunque tienen sentido por separado, convendría que fuesen leídos en orden para una mejor comprensión.

Worster es un historiador y ecologista estadounidense que trata de mostrar en estos artículos lo que hay detrás de algunos conceptos e ideologías modernos que ponen en cuestión la supuesta visión tradicional de la Naturaleza y de la relación de los seres humanos con ella. Lo que esconden ideologías como la ecología del caos u otras relacionadas, como el postmodernismo, el relativismo, etc., es en realidad una justificación de la destrucción y sometimiento de lo salvaje, a la par que promueven el desarrollo tecnoindustrial. Parece como si, incluso dentro del ecologismo, la meta de preservar la Naturaleza salvaje frente al avance del progreso tecnológico se esté abandonando debido a la dificultad de alcanzarla, a la vez que se van generando ideologías que justifican dicho avance y abandono. Conceptos como “desarrollo sostenible”, “medio ambiente” o argumentos más elaborados como la ecología del caos, el postmodernismo, etc. no hacen sino generar confusión acerca de la importancia intrínseca de la Naturaleza salvaje y Worster trata de mostrarlo, con mayor o menor fortuna, en estos textos suyos. Éste es uno de los mayores aciertos de estos artículos y por ello hemos realizado estas traducciones.

Aún así, hay algunos aspectos de las ideas de Worster que consideramos erróneos y vamos a comentar brevemente a continuación algunos de los más importantes.

-  Como ya hemos señalado en otras ocasiones, los conservacionistas tienden a caer en mayor o menor medida en el idealismo, entendido como el hecho de dar excesiva importancia a las ideas, valores y voluntades y, de forma complementaria, a infravalorar la importancia de los factores materiales y objetivos a la hora de determinar el desarrollo de los sistemas sociales, y en concreto, en el caso que nos ocupa, las relaciones de las sociedades con la Naturaleza y sus efectos. Los conservacionistas, a menudo, aciertan a la hora de ver los problemas ecológicos y de reconocer el valor y la importancia que posee la Naturaleza salvaje pero, a la hora de identificar las causas de dichos problemas y de proponer soluciones a ellos, suelen equivocarse bastante. Pocos son los que identifican principal o exclusivamente factores materiales, como la población humana o el desarrollo social y tecnológico, como las causas fundamentales de los problemas ecológicos y del sometimiento de la Naturaleza salvaje. La mayoría, aunque ciertamente reconozcan dichos factores materiales, los consideran secundarios, efectos de ideologías o mentalidades equivocadas, como el antropocentrismo o el deseo de dominar la Naturaleza, y no al revés (son dichas ideas y actitudes las que son sólo efectos que como mucho refuerzan ciertas tendencias del desarrollo material social o tecnológico, pero no son las causas últimas de éste). Con lo que a la hora de proponer soluciones, se centran en cambiar las ideas y valores de la gente y de la sociedad, en lugar de atacar directamente dichos factores materiales.

Y Worster, a pesar de su lucidez en otros muchos aspectos, cae también en el idealismo hasta cierto punto. Como por ejemplo, cuando considera en el tercer artículo, que el industrialismo es producto de la mente (voluntad, ideas, valores) de los individuos (empresarios capitalistas) que lo fundaron en los siglos VII y VIII. Lo que esto no explica es de dónde salieron dichas ideas, en qué contexto material aparecieron o por qué entonces y ahí y no en otra época y lugar, y por qué fueron ésas y no otras. 

Y, por supuesto, cuando trata de plantear soluciones al desastre causado por el industrialismo en la Naturaleza salvaje, siguiendo la misma lógica idealista, plantea un cambio de mentalidad (adoptar la “comprensión estética” y adoptar una ética conservacionista), en lugar de un cambio radical de las condiciones y factores materiales que determinan físicamente la existencia y el desarrollo de la sociedad tecnoindustrial.

-  También, en relación con su idealismo, cabe señalar que Worster parece confundir y equiparar la noción popular de “materialismo” como “deseo y valoración excesiva de los bienes materiales” y la noción filosófica de dicho término como “subordinación de los aspectos y factores no materiales respecto a los aspectos y factores materiales en las culturas y su desarrollo”, cuando ambas nociones no necesariamente guardan relación alguna. De hecho, la mayoría de los consumistas modernos (“materialistas” en el primer sentido del término) son en realidad idealistas (es decir, lo contrario a “materialistas” en el segundo sentido de “materialismo”).

-  Otro defecto de Worster es su idealización del ecologismo de los años 60 y 70. En nuestra opinión, ni en aquella época el ecologismo era, en general, tan radical, lúcido y honesto como lo pinta Worster, ni hoy en día es muy distinto de lo que era entonces. De hecho, el ecologismo actual es simplemente, en gran medida, el desarrollo lógico del ecologismo de entonces. O dicho de otro modo, el germen del reformismo, de la ideología “verde”, del medioambientalismo, de la ecotecnofilia, etc. estaba ya en dicho movimiento desde un principio. Dicho movimiento nunca fue mayoritariamente contrario a la tecnología moderna, sino defensor de lograr un desarrollo tecnológico “equilibrado” y “ecológica y socialmente correcto” que respetase y no dañase excesivamente el medio ambiente humano (que no es necesariamente lo mismo que la Naturaleza). Además de que, los ecologistas que valoraban la Naturaleza salvaje entonces (los conservacionistas) eran, al igual que ahora, una minoría dentro del conjunto del ecologismo, que es mayoritariamente medioambientalista, es decir, se preocupa por el medio ambiente, no por la Naturaleza.

-  Por último, y en estrecha relación también con el idealismo, estaría la idea conservacionista de que es posible lograr un equilibrio entre el desarrollo tecnológico y social y la preservación de la Naturaleza salvaje. Debido a que infravaloran la importancia de los factores materiales (físicos), los conservacionistas suelen creer que es posible compatibilizar el mantenimiento y desarrollo de la sociedad tecnoindustrial con la preservación y recuperación de la Naturaleza salvaje sobre la Tierra. Según ellos, bastaría con “progresar moralmente”, es decir, con adoptar unos valores, una ética, una moral que tengan en cuenta a la Naturaleza. Sin embargo, existen limitaciones físicas que hacen imposible alcanzar dicho equilibrio. Si la sociedad tecnoindustrial sigue existiendo, y más aún si crece, la Naturaleza salvaje decrecerá, sean cuales sean las ideas imperantes en la primera. Y, viceversa, si se quiere que la Naturaleza salvaje se conserve, e incluso se recupere, la sociedad tecnoindustrial debería desaparecer. No hay “progresos morales” que valgan.