Reasilvestrando Europa

Por Christof Schenck

Presentación de “Reasilvestrando Europa

En la primera década del presente siglo surgió una especie de iniciativa o corriente a nivel europeo a favor de proteger y recuperar las escasas tierras salvajes que quedaban en Europa. Aparecieron una serie de organizaciones, en principio con ese fin, y lograron tener cierta influencia y participación incluso a nivel institucional.[1] El autor de este texto parece haber sido una de las personas que participaron en dicha iniciativa. Su ejemplo es testimonio de que el concepto del valor de la Naturaleza salvaje no es completamente ajeno a la extremadamente humanista, civilizada y domesticada cultura europea,[2] ni mucho menos es un invento de ciertos conservacionistas estadounidenses, como algunos parecen (querer hacernos) creer.

Sin embargo, por diversos motivos, dicha iniciativa fue perdiendo empuje a partir de aproximadamente la mitad de la segunda década de este siglo, de modo que hoy en día su influencia es mucho menor. Entre los motivos de dicho declive están muy probablemente la perversión y atenuación de los ideales y fines originales por parte de algunas de las organizaciones que formaban parte de la iniciativa inicial, el aumento de la influencia a nivel general del medioambientalismo frente a la conservación de la Naturaleza y los cambios en las coyunturas políticas nacionales e internacionales que han conllevado a su vez cambios en las prioridades de las instituciones europeas.

Por supuesto, comúnmente, cuando una iniciativa se corrompe suele ser debido, al menos en parte, a que ya llevaba en su propio seno ciertas “semillas” de dicha degeneración, aunque normalmente sus promotores más honestos y radicales no sean lo suficientemente sagaces o estén demasiado cegados por el entusiasmo como para detectarlas y evaluarlas en su justa medida y a tiempo. Así el autor, muestra a lo largo del texto un tono extremadamente optimista y benévolo hacia ciertos grupos y organizaciones a las que claramente toma como aliadas o incluso compañeras (como cuando insinúa que el Partido Verde tuvo una importancia fundamental en la conservación de la Naturaleza en Alemania, sin tener en cuenta que dicho partido tuvo mucho que ver con la introducción del medioambientalismo progresista y del desarrollo tecnoindustrial “sostenible”, no sólo en Alemania sino en toda Europa, lo cual en el fondo es totalmente contrario a la conservación de lo salvaje; o como cuando menciona a Rewilding Europe entre las organizaciones que defienden la Naturaleza salvaje, cuando en realidad y en la práctica lo que defiende en muchos casos, desde hace ya bastantes años, es más una mezcla de ganadería exótica y ecoturismo pintada de “reasilvestramiento”[3]). También muestra un tono exageradamente optimista e ingenuo cuando dice que “Hoy en día, la naturaleza salvaje está en alza en Europa” y que “Ha aumentado la consciencia respecto al impacto humano en la naturaleza y muchas especies en peligro han sobrevivido debido a los diversos programas de protección, a las reintroducciones de especies y a los intentos de facilitar la recuperación natural, así como a las estrategias que han mejorado la calidad del aire y del agua. El retorno o recuperación del halcón peregrino, el quebrantahuesos, la grulla común, el castor, el gato montés y el lince son ejemplos de historias exitosas en los esfuerzos de la conservación europea moderna”. No es éste el lugar para entrar a discutir en detalle sobre la eficacia real de los programas de protección de la Naturaleza y de las estrategias de mejora de la calidad del aire y del agua, baste decir que hay grandes probabilidades de que si en ciertos entornos (naturales o no) europeos ya no hay tanta contaminación o destrucción de la Naturaleza sea debido a que éstas han sido exportadas, junto con sus causas (las actividades extractivas e industriales más destructivas y contaminantes) a otras regiones del mundo menos “sosteniblemente desarrolladas”. Barrer la mierda debajo de la alfombra (a poder ser la alfombra de otro) no es realmente limpiar (o no ensuciar). Y algo parecido se puede decir de su defensa de la típica idea de que, como las iniciativas de conservación suelen atraer al turismo y estimular las economías locales, son algo que acaba siendo aceptado e incluso defendido por la población en general. Aumentar el turismo y estimular la economía (aunque sea a nivel local y a pequeña escala) es en realidad incompatible con la conservación de la Naturaleza a nivel global (e incluso a nivel local), pues supone inevitablemente un mayor desarrollo social y tecnológico, tanto a nivel local (por ejemplo, construcción de infraestructuras, turísticas o no; aumento de población tanto permanente como itinerante; etc.) como a nivel global (por ejemplo, los materiales y la energía necesarios para mantener dicho turismo local han de venir de algún sitio; si no se pueden extraer del entorno natural local protegido, habrá que sacarlos y traerlos de otros entornos naturales más lejanos y no tan protegidos).

Otro ejemplo de la ingenuidad del autor es que mencione como un éxito que la protección de la biodiversidad fuese incluida en las “Metas de Desarrollo del Milenio” de la ONU, cuando habría que verlo más bien como todo lo contrario: cuando la ONU se hace eco de alguna noción o meta relativa a la ecología o la conservación de la Naturaleza es para pervertirla mezclándola con sus metas humanistas y progresistas (acabar con el hambre, la guerra, la pobreza, la desigualdad, etc. y favorecer el desarrollo (sostenible) tecnológico, social y económico y la difusión de ideologías y valores izquierdistas[4]) y subordinándola a ellas. O que tome como referencia el informe Brutland con la correspondiente noción de “desarrollo sostenible”.

Otro tanto puede decirse del optimismo que el autor muestra ante los supuestos “avances” de la protección legal de la Naturaleza. Por ejemplo, cuando menciona que las administraciones están comenzando a tomarse en serio la recomendación de la UICN de que el 75% de la superficie de los parques nacionales debería ser gestionada de forma pasiva, es decir, como territorios salvajes. No estaría mal que dicha idea se llevara a cabo en los parques nacionales españoles (siempre y cuando no se hiciese a costa de reducir la superficie de dichos espacios) pero aún en el supuesto de que dicha premisa se cumpliese, habría que seguir teniendo en cuenta que existen factores externos no controlables por los gestores de los espacios protegidos que seguirían afectando a (y degradando) las zonas protegidas (ejemplo: los problemas actuales de desecación de las marismas en Doñana por las obras hidráulicas y la extracción de agua del acuífero para la agricultura de regadío en los alrededores[5]). Si el espacio protegido es pequeño (como lo son casi todos en Europa occidental) y los alrededores están muy humanizados (como también ocurre casi siempre en Europa occidental) el espacio protegido se degrada se haga lo que se haga en él.

Y no digamos ya el hecho de ver como un éxito que Europa haya creado una red comunitaria de espacios “protegidos” (la Red Natura 2000), cuando en realidad, al menos en España, esta red está constituida mayoritariamente por ecosistemas altamente transformados y gestionados activamente (ecosistemas muy humanizados) que apenas se diferencian de los alrededores sin protección legal, es decir, son ecosistemas sin apenas carácter salvaje, o lo que es lo mismo, no son espacios protegidos en la práctica (¡no están bien conservados y protegidos ni los parques nacionales -que no representan ni un 1% de la superficie “protegida” española-, como para estarlo los espacios de la Red Natura 2000!).

Con semejante confusión ideológica y filosófica (es decir, mezclar lo salvaje y lo social, el desarrollo sostenible y la protección de los ecosistemas salvajes, el ecologismo medioambientalista y el conservacionismo radical, etc.) no es de extrañar que la iniciativa acabase como ha acabado, diluyéndose en gran medida.

Aun así, y a pesar de su confusión e incauto optimismo, en este texto el autor toca temas importantes y dignos de ser tenidos en cuenta: un resumen de la terrible historia ecológica de Europa, una crítica bastante acertada, aunque insuficiente, de la noción popular de biodiversidad como criterio de conservación de la Naturaleza[6], la nefasta preferencia cultural europea por los paisajes humanizados, etc. Y por eso lo publicamos.

[1] Véanse por ejemplo: Comisión Europea: Dirección General para el Medioambiente, Guidelines on wilderness in Natura 2000 – Management of terrestrial wilderness and wild areas within the Natura 2000 network, Oficina de Publicaciones, 2013 (https://op.europa.eu/en/publication-detail/-/publication/d8c359c5-e6f0-4f76-9d2b-4e1114fc0d05/language-en) o Wild Europe, “A Working Definition of European Wilderness and Wild Areas” (borrador para el debate), 2009 (https://www.europarc.org/wp-content/uploads/2015/05/a-working-definition-of-european-wilderness-and-wild-areas.pdf). [Existe traducción en castellano: “Una definición operativa de las zonas salvajes [‘Wilderness’ y ‘wild areas’] europeas”: https://drive.google.com/file/d/12wnvfaMc72nNtHmpSxTLeJIv68BZnXUv/view?usp=sharing].

[2] Aunque hay que reconocer que el autor es alemán, y eso probablemente le dé cierta ventaja cultural sobre la gente de otros países europeos –especialmente los del sur de Europa- a la hora de tener en cuenta y valorar lo salvaje. En algunos países con lenguas germánicas (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Australia, Alemania, Austria, Escandinavia…) existe en su cultura al menos cierta presencia del concepto de la Naturaleza salvaje, lo cual facilita que haya una pequeña minoría de la población que la tenga en cuenta y la valore. En otros países con otras tradiciones culturales en las que la noción de la Naturaleza salvaje es prácticamente inexistente, dicha minoría es mucho más pequeña, si es que existe.

[3] O “rewilding”.

[4] Véase, por ejemplo, la Agenda 2030 (https://www.fundacioncarolina.es/wp-content/uploads/2019/06/ONU-Agenda-2030.pdf).

[5] Véase, por ejemplo: Jacinto Román, “Como eran y qué queda de las Marismas del Guadalquivir”, en Quercus nº456, 2024, págs. 14-21.

[6] Hay una cosa muy importante en la que el autor falla: cuando critica el concepto de biodiversidad, comienza bien pero se le olvida lo más importante: que se debería tomar como referencia principal el carácter salvaje de los ecosistemas y no la biodiversidad. Ésta puede ser importante pero sólo de forma secundaria y si es salvaje.