La falacia de Rosling
Reseña de Factfulness a cargo de Andrea Cardini
Nota: aquí meramente aparece nuestra presentación del texto. El texto completo puede leerse en formato pdf haciendo clic en el título de la reseña.
Ésta no es la primera reseña que publicamos en Naturaleza Indómita sobre el libro de Hans Rosling, Ola Rosling y Anna Rosling Rönnlund Factfulness.[1] Sin embargo, esta vez, la reseña está centrada en señalar los errores ecológicos del libro. Básicamente, el autor de la reseña, Andrea Cardini, lo que viene a decir es que los Rosling han evaluado la historia humana y la situación del mundo actual desde una perspectiva exclusivamente antropocéntrica y, por tanto, han llegado a la conclusión de que todo ha ido mejorando a lo largo del tiempo y de que las cosas no están tan mal y van a mejor. Para los seres humanos, claro. Sin embargo, como dice Cardini, si tenemos en cuenta al resto de las especies (y a la Naturaleza en la Tierra en general, añadiríamos nosotros), las conclusiones serían muy distintas, más bien las contrarias.
En este sentido, la reseña es muy interesante y acertada, pero a nuestro parecer tiene dos fallos importantes:
1. Cuando el autor critica el antropocentrismo de los Rosling se centra en las especies y toma como referencia la biodiversidad y no el carácter salvaje de los ecosistemas. Tiene razón al decir que existe un declive generalizado de las especies salvajes y que la leve mejoría de ciertas especies carismáticas es sólo un espejismo, pero la Naturaleza no son sólo las especies de seres vivos o su diversidad y esto puede llevar a defender cosas como ecosistemas degradados y humanizados para salvar a ciertas especies o la biodiversidad.
2. Parece que, a pesar de todo, el autor de la reseña también es progresista. Habla de la reducción de la pobreza y la mortalidad infantil como “avances” de los seres humanos. Cuando en realidad, incluso si nos olvidamos del resto de especies y de los ecosistemas salvajes (es decir, incluso si vemos y valoramos el mundo de forma antropocéntrica), es cuestionable que los seres humanos estemos siempre cada vez mejor. O, al menos, determinar si los seres humanos estamos mejor o peor es una valoración muy subjetiva que depende, entre otras cosas, de los valores que se tomen como referencia fundamental. Cuando se habla del desarrollo de los sistemas sociales humanos, como mínimo debería reconocerse que, a la vez que se han ganado algunas cosas, también se han perdido otras. Y que, para algunas personas, el valor de lo que se ha perdido es mucho mayor que el valor de lo que se ha ganado. Si, por ejemplo, lo que más se valora es la autonomía a la hora de expresar y satisfacer las tendencias, capacidades y necesidades psicológicas humanas (es decir, la naturaleza humana), las cosas han ido claramente a peor en términos generales, por mucho que ahora vivamos, al menos en ciertos países, más tiempo y más cómodamente. Pero mucho nos tememos que la mayoría de los seres humanos, incluido Cardini, valoran este proceso de forma contraria, porque parten de valores básicos diferentes y ni siquiera se paran mucho a pensar en ello.
También cabe señalar que lo que se suele considerar bueno para los seres humanos no necesariamente es bueno, o ni siquiera neutro, para la Naturaleza, sino que más bien suele suceder al contrario: lo que se suele considerar bueno para la humanidad suele ser malo para la Naturaleza. Así, grosso modo, aquello que alarga la esperanza de vida y aumenta el bienestar material de los seres humanos suele implicar directa o indirectamente un aumento en el impacto humano sobre los ecosistemas naturales. Esto es algo que raramente es tenido en cuenta, ni siquiera por aquellos que tratan de no ser antropocéntricos.
Cardini acaba la reseña con un mensaje tibio y conciliador, que viene a sugerir que Hans Rosling no tenía mala intención cuando escribió el libro y que, de seguir vivo, estaría de acuerdo en corregir esos errores y evitar el antropocentrismo a la hora de evaluar el desarrollo social y tecnológico de la humanidad. En realidad, Rosling lo que quiso intencionadamente desde un principio es escribir un libro a favor de la noción de progreso y en contra de quienes la cuestionan. Un libro que resultase psicológicamente agradable para un público mediocre y mal informado (o sea, la mayoría) y le hiciese aceptar de buen grado las cosas como están sin buscar ni contrastar más datos. Así que partió a priori del sesgo de que quienes creen que las cosas no van bien se equivocan y de que hay que demostrar que las cosas van bien, en lugar de partir de una posición neutra (o sea, “veamos qué tal están las cosas realmente, para saber quién tiene razón”). A partir de ahí, ya todo lo demás está sesgado. Sugerir, como hace Cardini, que semejante personaje reconocería sus falacias y las evitaría sólo porque se le mostrasen sus sesgos y los datos reales, es o bien ser muy incauto o bien estar tratando de ser socialmente aceptable y/o estratégicamente astuto (es decir, mintiendo), aunque no se sepa bien para qué. ¿Para que otros más flojos y “abiertos de mente” no le tachen de radical e intransigente? ¿Para que los lectores simpatizantes de la postura de Rosling bajen la guardia y le escuchen? Esta postura sigue siendo una ingenuidad de todos modos. Ni el relativismo “antidogmático” ni el optimismo progresista tienen cura.
[1] Véase Factfulness: https://www.naturalezaindomita.com/resenas/factfulness.