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[En respuesta a su carta del 21-05-2003]:

Primero, responderé a sus comentarios acerca de la rabia y los anarquistas en general [...]. Usted rechaza la rabia como una razón para querer cambiar el sistema y la describe como un motivo “antropocéntrico”. Estoy de acuerdo con su rechazo del antropocentrismo: es decir, estoy de acuerdo con que el bienestar de la naturaleza salvaje, o la biosfera, o el conjunto de la vida en la Tierra, o como usted quiera llamarlo, tiene que ser un fin en sí mismo y no sólo un medio de satisfacer las necesidades humanas. En otras palabras, lo primero es el bienestar de la naturaleza salvaje y la satisfacción de las necesidades humanas queda en segundo lugar. 

Sin embargo, los seres humanos, y las necesidades, emociones e impulsos humanos, no pueden quedar fuera de la ecuación. Tenemos que pensar en los seres humanos ya que los seres humanos son el origen del problema. Los que están jodiendo el mundo no son los ciervos, los lobos, las serpientes, los mosquitos o las tenias, sino la gente. Para resolver el problema hemos de trabajar con la gente. Y para hacerlo con éxito tenemos que pensar acerca de la naturaleza humana incluso más de lo que pensamos en la naturaleza salvaje. Tenemos que hacernos preguntas como, por ejemplo: ¿Qué es lo que lleva a una persona a dar más valor a la naturaleza salvaje que al bienestar humano? ¿Qué puede motivar a una persona a combatir el sistema por amor a la naturaleza salvaje, y a hacerlo aun a costa de un gran sacrificio personal? 

Hablando por mí mismo, mi propia devoción por la naturaleza salvaje surgió del hecho de que vivir cercano a ella satisfizo mis necesidades más profundas. Me daba libertad, me daba trabajo con sentido, me daba tranquilidad y me ofrecía una belleza a la que ninguna obra de arte humana podría aproximarse siquiera remotamente. Me daba todas esas cosas y más, en forma de una totalidad integrada y como un modo de vida. Por consiguiente, me daba una sensación de que la vida era satisfactoria y que merecía la pena ser vivida.

Así que llegué a amar la naturaleza salvaje a causa de lo que me daba. Puede usted llamar a esto antropocentrismo, si lo desea, pero yo no creo que nadie se acabe comprometiendo con la naturaleza meramente por designio divino. Creo que la gente se termina comprometiendo con la naturaleza a causa de lo que ésta les da. Apostaría que usted se ha comprometido con la naturaleza salvaje debido a lo que ésta le ha dado.


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