Primitivistas románticos
Por Harold Barclay
Al redactor de Anarchy:
Me gustaría comentar algo acerca del debate sobre la antropología, el primitivismo, etc.
Primero, si en él hay romanticismo dudo que provenga de los antropólogos. Más bien proviene de aquéllos primitivistas que se han puesto unas gafas románticas especiales para leer etnografías. Tras haber leído innumerables etnografías, he visto que contienen multitud de feroces ataques, asesinatos y disturbios, que los datos muestran que los sexos no eran considerados totalmente iguales, que las sociedades matrilineales aún siguen siendo gobernadas por los varones (aunque no sean los padres sino los hermanos de las madres), que los cazadores recolectores no son tan apasionados conservacionistas de la naturaleza, que los cazadores recolectores han practicado la esclavitud (Costa Noroccidental [de Norteamérica]), etc.
Otro punto que necesita ser remarcado es que los cazadores recolectores del presente -los pocos que sobreviven- no son de ningún modo idénticos a los cazadores recolectores de hace mil o diez mil años. Los antropólogos sólo pueden basarse en estos ejemplos contemporáneos y en los limitados datos arqueológicos (lo cual viene a ser como leer un libro al que le hayan arrancado tres cuartas partes de las páginas). Las sociedades cazadoras recolectoras, al igual que todas las sociedades, han cambiado a lo largo del tiempo y resulta notable que hoy en día sólo habiten en aquellas regiones del mundo donde nadie más quiere vivir. Viven en áreas remotas, no muy benignas, que les sirven de refugio mientras que hace diez mil años tenían para ellas prácticamente toda la tierra. Los cazadores modernos se han visto fuertemente influidos por el mundo exterior. Por ejemplo, los indios canadienses y los indígenas siberianos han estado cazando para proveer de pieles al mercado elitista internacional durante 300 y 400 años respectivamente. Todo tipo de tecnología moderna ha estado al alcance de estos pueblos desde hace tiempo. Los inuit [esquimales] están muy contentos con sus potentes rifles, lanchas a motor, etc.
En mi libro, People without Government: An Anthropology of Anarchy, intenté presentar sociedades más o menos anárquicas, con sus defectos incluidos. A pesar de que afirmé algo en referencia a que hace 10.000 años todos los humanos eran anarquistas, mis palabras deben ser entendidas dentro del contexto de a lo que yo me refería cuando hablaba de anarquía en esa investigación, a saber, la ausencia de estado y gobierno. Yo no quería sugerir que dichas sociedades fuesen ningún tipo de orden social utópico. Ni mucho menos. Supongo que casi ningún anarquista querría vivir en esas sociedades, aunque sólo sea porque su libertad se vería muy limitada a pesar de la ausencia de gobierno.
En ese libro señalé que ninguna sociedad puede existir sin tener alguna forma de aparato sancionador y que todos ellos tienen inconvenientes. Las sanciones legales conllevan la opresión del estado. Las sanciones difusas entrañan ostracismo, habladurías, vigilancia. Las sanciones religiosas pueden implicar un poder opresivo por parte de los chamanes (como en el caso de los inuit) o, por ejemplo, el poder de señalar con un hueso entre los aborígenes australianos.
La mayoría de los anarquistas dicen no aceptar “líderes” a pesar de que la historia del anarquismo está llena de ellos. Todas las sociedades cazadoras recolectoras, horticulturas y pastoras tienen también sus líderes. Pueden ser los ancianos (australianos), los grandes cazadores (dene, inuit, etc.), los Grandes Hombres (melanesios, bereberes, etc.), los Videntes (lugbara, dinka, etc.). Aunque sean líderes no necesariamente han de ser tiranos. La mayoría no se imponen por la fuerza y la violencia; son hombres influyentes.
Las sociedades cazadoras recolectoras y muchas sociedades horticultoras han sido denominadas igualitarias, pero esto resulta engañoso. Aunque las mujeres puedan tener gran igualdad la balanza aún se inclina a favor de los varones y se da preferencia a los ancianos, a los especialistas religiosos y a los técnicos.
La guerra verdadera no es una característica de las sociedades cazadoras recolectoras, pero los ataques, la enemistad y el asesinato sí que lo son. Los dene llevaban a cabo incursiones contra las bandas vecinas para robar mujeres, entre otras cosas.
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