Ya es hora de volver a incluir lo silvestre en el reasilvestramiento
Por Ian Convery y Steve Carver
Nota: aquí meramente aparece nuestra presentación del texto. El texto completo puede leerse en formato pdf haciendo clic en el título del artículo.
El texto que presentamos a continuación trata acerca de cómo el significado original del término “rewilding” (reasilvestramiento; recuperación del carácter salvaje) ha sido pervertido en Europa occidental al aplicar este término a proyectos que están en realidad bastante alejados de dicho significado.
En Naturaleza Indómita creemos que los textos que critican la desviación europea respecto del significado original del término “rewilding” tienen la virtud de señalar ciertos aspectos importantes relativos al concepto de lo salvaje en particular, además de otros muchos aspectos referentes a cómo se deberían presentar, razonar, argumentar y explicar las cosas en general (y a cómo no) y, por tanto, permitirán reflexionar acerca de ello y de otras cosas a los lectores más sagaces.
El texto está escrito por autores británicos y se centra en los proyectos y políticas británicos relativos a eso que algunos llaman “rewilding” allí, pero en general las críticas y conclusiones son en gran medida extrapolables al resto de proyectos europeos denominados “rewilding”; incluidos, especialmente, los ibéricos.
Por supuesto, también son aplicables a este artículo muchas de las críticas que solemos hacer a otros artículos conservacionistas. Por ejemplo, la ingenuidad de los autores al creer que se podrían planificar e implementar proyectos de rewilding a largo plazo y de forma extensa es pasmosa. Los sistemas sociales (por no hablar de los ecosistemas) son en gran medida imprevisibles y, por tanto, incontrolables más allá de una escala espacio-temporal muy restringida, por lo que tratar de planificar acciones a largo plazo y de forma amplia en cualquier faceta de la sociedad, es algo que está en gran medida abocado al fracaso.
Otro ejemplo: cuando los autores u otros conservacionistas o defensores del rewilding hablan de que la realización de los proyectos debe contar con la colaboración voluntaria y “consensuada” de la población local (es decir, rural), pasan por alto el hecho de que la mayoría de la población rural en Europa (o en casi todo el resto del mundo) suele dedicarse a la agricultura y la ganadería (o a explotar comercialmente la Naturaleza de algún otro modo) y que la mayor parte de esta gente no suele mostrar ningún interés auténtico por la conservación en general, y menos aún por preservar lo salvaje en particular. Están a lo que están: a preservar su medio de vida “tradicional” (y a poder ser, a recibir ayudas y subvenciones por ello), cuando no simplemente a ganar dinero, sea como sea y cuanto más mejor. Y dichos medios de vida “tradicionales” no suelen ser muy compatibles con mantener salvaje la Naturaleza, y menos aún con reasilvestrarla. Empeñarse en que la población rural no ya participe y apoye, sino simplemente tolere (“coexista”), de forma mayoritaria y de buen grado, la supervivencia y recuperación de los grandes depredadores, la restricción de la ganadería, el abandono de campos de cultivo, la eliminación de infraestructuras como carreteras, canales o presas, el despoblamiento del campo, etc. es o bien estar en Babia o bien tratar de engañar(se) respecto a la situación social y las inclinaciones ideológicas reales de la población rural.
No es extraño, ni del todo erróneo, pues, que en los pueblos la mayoría de los paisanos se descojonen de cualquier cosa que les suene a “ecología” (que para ellos es lo mismo que “ecologismo”, pues raro es que sepan siquiera cuál es la diferencia entre ambos conceptos) y consideren despectivamente a “los ecologistas” como urbanitas ignorantes, pijoteros, progres y, sobre todo, enemigos.
Es más, se podría decir que si alguna vez la población rural local llega a mostrar interés de forma mayoritaria por apoyar algún proyecto de conservación, entonces es que algo importante falla en dicho proyecto.
Si a ello añadimos que los autores, al igual, de nuevo, que muchos otros conservacionistas, demuestran ser unos idealistas que subestiman estúpidamente los determinantes materiales y creen que la clave es un “cambio de paradigma” (es decir, de ideas) basado en la educación y el intercambio de información, ¡apaga y vámonos! Creer que la destrucción y el sometimiento de lo salvaje es producto fundamentalmente de que la población tiene unas ideas y actitudes equivocadas hacia la Naturaleza y que, por tanto, todo se arreglará si se cambian dichas ideas y actitudes, es otro ejemplo más de ingenuidad e ignorancia, como ya hemos explicado en múltiples ocasiones.
Y, por último, hay que destacar en especial el hecho de que la conservación en general y el rewilding en particular no son la solución definitiva para detener e incluso revertir la destrucción y el sometimiento de la Naturaleza salvaje por parte de la sociedad tecnoindustrial; ni siquiera en el caso de que fuesen eficazmente y correctamente aplicados, que no suele ser tal. El desarrollo tecnológico y social de esta sociedad es materialmente incompatible con la preservación de lo salvaje. Por tanto, sólo la desaparición de la civilización industrial podría frenar en gran medida y de forma seria, eficaz y relativamente duradera la destrucción y subyugación de la Naturaleza salvaje y permitir su recuperación.