Introducción
Este artículo es acerca de un mito, un hombre del saco que se han inventado los izquierdistas1 y que gira alrededor del concepto del “capitalismo”. Este mito oculta la verdadera razón (la tecnología moderna) de los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día (la destrucción de la Naturaleza; la miseria de la vida moderna; los grandes peligros que se ciernen sobre nosotros, como la inteligencia artificial, la biotecnología, las armas nucleares, etc.). Este hombre del saco, al enmascarar la verdadera razón que crea (o al menos agrava) estos problemas, nos impide ver quién es el verdadero culpable y plantear una solución adecuada a nuestros problemas modernos. Intentaremos demostrar que el “capitalismo” no es más que un resultado o una consecuencia más del desarrollo tecnológico. Centrarse en el “capitalismo” y presentarlo como el principal culpable oculta los problemas inherentes más profundos que nuestra sociedad tecnológica tiene -y seguirá teniendo- independientemente de su sistema económico.
Durante nuestro debate, compararemos el “capitalismo” y el “socialismo”. Debemos subrayar que, al hacerlo, no decimos que uno sea mejor que el otro. Para nuestro sistema de valores, ambos sistemas económicos son malos. Aparecieron como sistemas económicos alternativos para las incipientes sociedades industriales de los siglos XVII y XVIII. Dado que consideramos que la Naturaleza salvaje es lo más valioso y que la sociedad tecnoindustrial es el mayor peligro al que se enfrenta la Naturaleza salvaje, debería ser obvio que vemos como aborrecibles tanto el “capitalismo” como el “socialismo”. Sólo analizamos estos dos sistemas para mostrar si centrarse en atacar el “capitalismo” para proteger la Naturaleza salvaje es una buena estrategia o no, si la raíz del problema es el “capitalismo” o no y si realmente podemos elegir entre el “capitalismo” y un sistema económico alternativo dada la existencia continuada del sistema tecnológico.
Según los izquierdistas, el “capitalismo” es responsable de todas las cosas “malas” del mundo: todas las injusticias, la pobreza, las guerras, la destrucción del medio ambiente, la infelicidad de la gente, el COVID-19, etc., etc. Sin embargo, los izquierdistas casi nunca definen claramente lo que es el “capitalismo”. Sólo podemos discernir apenas lo que quieren decir con ello a través de todas las cosas “viles” que le atribuyen: la mayoría de las veces se quejan del ánimo de lucro. Como las corporaciones operan en un “mercado libre” con el único propósito de obtener beneficios, no les importa el bienestar, la salud o la felicidad de la gente; no les importan las desigualdades, las injusticias, la explotación y la destrucción del medio ambiente que sus actividades orientadas a la obtención de beneficios conllevan inevitablemente. Por eso, según los izquierdistas, el capitalismo no puede resolver los problemas a los que se enfrenta la humanidad. También se quejan de la naturaleza jerárquica del capitalismo. Los izquierdistas afirman que en el “capitalismo”, una clase de personas que posee el capital (las fuerzas productivas) acumula prácticamente toda la riqueza material que produce la sociedad y explota a las personas que no tienen capital. Dicen que la gente que está arriba concentra en sus manos cada vez más parte de la riqueza social y deja al resto de la población en la miseria. Según los izquierdistas, como las divisiones de clase son inherentes al “capitalismo” y como éste fomenta la competencia y la explotación en todos los ámbitos imaginables, también crea otras divisiones jerárquicas como la división entre sexos (patriarcado), entre razas (racismo), entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas (imperialismo), etc. Por lo tanto, sugieren los izquierdistas, deberíamos destruir el “capitalismo” y crear un sistema económico alternativo en el que el único propósito no fuera obtener beneficios, sino satisfacer las necesidades “reales” de la gente según un plan racional global. Con un sistema económico así a mano, eliminaríamos las divisiones de clase, sexo y nacionalidad; las guerras serían cosa del pasado; y satisfaríamos las necesidades básicas de todas las personas a la vez que acabaríamos con la destrucción del medio ambiente.
Los izquierdistas, con su narrativa sobre el “capitalismo”, han creado un hombre del saco. Este hombre del saco les resulta útil para varias cosas. Al centrarse en este hombre del saco, pueden desviar la atención de la causa real y subyacente (el desarrollo tecnológico) de algunos de los problemas de los que se quejan. Los izquierdistas deben desviar la atención del problema tecnológico y centrar la culpa en otra cosa porque el desarrollo tecnológico tiene un papel central en la ideología izquierdista: el desarrollo tecnológico eliminaría la pobreza de la faz del mundo, liberaría a la gente de las penurias materiales y crearía las condiciones para una sociedad humana perfecta, armoniosa y colectiva. Las masas serían ilustradas mediante las tecnologías de la comunicación y el transporte. La tecnología moderna armonizaría todas las culturas y la humanidad viviría felizmente en hermandad universal. Según los izquierdistas, la tecnología moderna tiene todos estos potenciales, pero el “capitalismo” impide que la humanidad los utilice. Según ellos, en las condiciones del “capitalismo”, la tecnología se utiliza con el único fin de obtener beneficios, sin preocuparse por el bienestar de las personas y de la sociedad y por todos los daños que se infligen al medio ambiente. Por esta razón, según los izquierdistas, la humanidad no puede beneficiarse de los potenciales “progresistas” e “igualitarios” de la tecnología moderna. La tecnología moderna es buena o neutral en sí misma, dicen; si genera malos resultados es sólo porque está en malas manos.
Los izquierdistas no pueden renunciar a la tecnología debido también a su condición psicológica. Los izquierdistas, debido a su condición psicológica (los sentimientos de inferioridad y la sobresocialización son las dos principales tendencias psicológicas de los izquierdistas), quieren el poder colectivo. La tecnología moderna es el mejor instrumento para alcanzar el poder colectivo. Sin la tecnología moderna, no se pueden crear organizaciones de masas multitudinarias ni dirigir a esas masas mediante las tecnologías de adoctrinamiento y manipulación modernas. La tecnología moderna proporciona enormes medios para alcanzar el poder sobre las personas. Por otro lado, la tecnología es esencial para construir un mundo feliz socialista. La construcción de una utopía socialista requeriría ejercer enormes cantidades de lavado de cerebro, propaganda, disciplina y supresión física de aquellas personas que no consintiesen en aceptar ese tipo de sociedad. El condicionamiento colectivo y la coerción física de las masas sólo pueden llevarse a cabo eficazmente utilizando medios tecnológicos modernos. Además, la gran mayoría de la gente venera la tecnología moderna. Dado que los izquierdistas intentan establecer un movimiento de masas, quizá tampoco puedan rechazar la tecnología moderna desde un punto de vista estratégico. No querrán que las masas se sientan ajenas a su ideología.
La psicología de los izquierdistas hace extremadamente difícil que rechacen la tecnología moderna porque la tecnología moderna y las ideas de progreso asociadas a ella (el bienestar de la humanidad, la creación de mejores condiciones para los seres humanos mediante los valores ilustrados de la igualdad, la seguridad, la paz, la educación, etc.) es el nec plus ultra del sistema social actual. Debido a su sobresocialización y a su complejo de inferioridad, los izquierdistas no soportan ser vistos como bárbaros reaccionarios que rechazan esos valores. Necesitan sentirse abrazados por el colectivo social; necesitan la aprobación social para compensar las emociones negativas creadas por su sobresocialización y complejo de inferioridad.
La narrativa acerca del “capitalismo” representa una herramienta muy eficaz para expresar los problemas sociales dentro de un marco de odio personalizado, y esto tiene cierta utilidad en varios aspectos. Permite atribuir toda la culpa a los ricos, a los dueños del capital, a las clases altas, al “uno por ciento”, etc. Los “marginados”, los “oprimidos” y las “clases bajas” se ven obligados a vivir una vida horrible únicamente por culpa de esa gente “mala”. Son pobres e infelices, están insatisfechos y se sienten fracasados por culpa de la gente que les oprime. Se destruye el medio ambiente, sigue habiendo hambre en el mundo, sigue habiendo guerras y algunos países están subdesarrollados porque las “élites” sólo se preocupan de sí mismas y de sus beneficios. Así que la gente “normal” es “buena” y no son más que las “víctimas” de unos “malos”. De este modo, la narrativa en torno al “capitalismo” se convierte en una herramienta para descargar convenientemente hacia unos “villanos” las frustraciones normalmente generadas por ciertas razones estructurales impersonales. Esto alivia el complejo de inferioridad tan frecuente en las condiciones modernas, tanto en los propios izquierdistas como en el público en general. Además, para la mayoría de la gente es mucho más fácil “entender” los problemas cuando se presentan en un marco en el que los “malos” son culpables y los buenos son “víctimas” que en un marco más complejo en el que las personas son engranajes de un gigantesco sistema social que funciona mecánicamente.
Y lo que es más importante, el hombre del saco del capitalismo desvía la atención de los aspectos reales y más vitales del sistema, de su funcionamiento y esencia reales. Centra la atención en sus características secundarias, que no definen necesariamente su naturaleza. Por lo tanto, actúa como un mecanismo de defensa del sistema tecnoindustrial. Crea la ilusión de que realmente existe una crítica del sistema social existente, de que esta crítica realmente retrata el funcionamiento del sistema y propone una alternativa real al mismo. Por otro lado, la crítica del capitalismo señala algunos defectos en el funcionamiento del sistema (desigualdad excesiva en la riqueza, pobreza excesiva que dilapida el potencial de algunas personas, etc.), y si el sistema llega a encontrar soluciones a estos defectos, funcionará con mayor eficacia. Así que al señalar estos defectos, se ayuda al sistema a corregirse a sí mismo. Estas son las razones por las que cada vez vemos con más frecuencia la crítica del capitalismo en el aparato de propaganda del sistema.
El izquierdismo describe el “capitalismo” como un sistema social que ha sido diseñado y creado intencionadamente por una determinada clase social (burguesía, clase propietaria del capital o dominante, élites económicas, etc.). Y afirma que hoy en día esta clase social perpetúa conscientemente el “capitalismo” en detrimento de las demás clases de la sociedad. Por lo tanto, al igual que las actuales clases dominantes han hecho con el “capitalismo”, deberá ser posible que las clases explotadas destruyan el “capitalismo” y construyan otro sistema social en su lugar. Los izquierdistas socialistas asumen que es posible controlar conscientemente el desarrollo de una sociedad; que una clase social, un determinado segmento de la sociedad (el proletariado, la clase obrera, etc.), o cualquier colectivo indefinido autodenominado “nosotros” puede crear el sistema social que desee basado en el objetivo que desee. Sin embargo, esto no puede realizarse porque las sociedades humanas son sistemas complejos. Los sistemas complejos están formados por muchos componentes que interactúan entre sí. Es imposible conocer las relaciones exactas entre estos componentes y las consecuencias que se derivarían de interferir en ellos. Por esta razón, no podemos diseñar sobre el papel el plan de una sociedad ideal y aplicarlo con éxito en la vida real. Controlar conscientemente el desarrollo de una sociedad es imposible. Por otro lado y relacionado con esto, no fueron la burguesía, las clases dominantes, ni ninguna otra gente “vil” los que crearon el “capitalismo”. Porque nadie puede crear conscientemente un determinado tipo de sistema social. Las sociedades evolucionan siguiendo procesos mecánicos, inconscientes e incontrolables. Los fenómenos que se consideran las principales características del “capitalismo” han evolucionado durante el desarrollo de las sociedades humanas espontáneamente, sin un diseño consciente. Son el resultado de los cambios que se produjeron en los componentes infraestructurales de las sociedades humanas que, a su vez, provocaron cambios en los componentes estructurales y superestructurales.
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