Desmintiendo el desacoplamiento: evidencias y argumentos en contra del crecimiento verde como única estrategia para la sostenibilidad

Por T. Parrique, J. Barth, F. Briens, C. Kerschner, A. Kraus-Polk, A. Kuokkanen y J.H. Spangenberg

Nota: aquí meramente aparece nuestra presentación del texto. El texto completo puede leerse en formato pdf haciendo "click" en el título del artículo.

Presentación de “Desmintiendo el desacoplamiento

Hay que empezar señalando que el siguiente texto no es sólo una traducción sino también una adaptación del texto original. El texto original tenía algunos anexos completamente prescindibles (básicamente tablas sobre la bibliografía) que han sido eliminados en esta traducción. Y lo que es más importante, a la hora de redactar de forma definitiva el texto original los autores cometieron el error de eliminar sin darse cuenta ciertos trozos del texto, de modo que en algunas partes éste se cortaba. Tras tratar infructuosamente de encontrar una copia original con el texto completo (parece ser que no existe), ha habido que eliminar algunos fragmentos que dichas omisiones hacían incomprensibles y tratar de retocar otros para hacerlos inteligibles. Por tanto, el lector debería tener en cuenta que en el texto no aparecen todos los datos de que disponían los autores.

El motivo por el que hemos decidido traducir y publicar este texto es porque en él se aportan numerosos datos empíricos acerca de por qué cosas como el “desacoplamiento”, el “crecimiento verde” o el concepto de “desarrollo sostenible”, que se basa en ellos, son un disparate sin pies ni cabeza desde un punto de vista materialista y mínimamente informado. Ninguna política que pase por alto las leyes físicas y los límites materiales debería ser tomada en serio por cualquiera mínimamente inteligente. El hecho de que este tipo de ideas (desacoplamiento, desarrollo sostenible, etc.) sean planteadas y asumidas mayoritariamente como sensatas en la sociedad tecnoindustrial actual dice mucho acerca de la irracionalidad de este sistema social y de la ignorancia y estupidez de la mayoría de su población, incluidos sus gestores.

Además, y aunque sea de refilón, el texto también aporta datos (especialmente cuando se habla en él de “la frontera de la mercancía” y del “desplazamiento de costes”) que hacen dudar seriamente de que la protección legal de la Naturaleza pueda ser realmente eficaz y vaya a servir realmente a largo plazo para mejorar el estado de conservación de la Naturaleza salvaje. O plantearse en qué medida, también en lo que se refiere a la conservación de la Naturaleza, se está subestimando el impacto de las actividades del sector servicios (por ejemplo, del turismo “ecológico”).

No obstante, el que consideremos que este estudio es una buena fuente de datos acerca del despropósito progresista del desacoplamiento, no implica que asumamos necesariamente todos los valores y conclusiones de los autores. Por desgracia éstos creen en cosas igualmente absurdas y progresistas como el decrecimiento gradual y pacífico y la posibilidad de reformar el sistema tecnoindustrial actual de modo que éste se vuelva “sostenible”, “estacionario”, etc. sin dejar a su vez de ser industrial, masivo y superpoblado. En ningún momento este tipo de críticos del crecimiento económico y material cuestionan real y claramente la tecnología moderna y su desarrollo en sí mismos. Sólo señalan que, según ellos, la tecnología no siempre resuelve los problemas ecológicos (lo que no dicen es cuándo, según ellos, lo hace realmente) y que la capacidad actual de “innovación tecnológica” no es, ni probablemente pueda llegar a ser jamás, lo suficientemente rápida, profunda y eficaz como para desacoplar el crecimiento económico de los impactos ecológicos. Tampoco cuestionan realmente el desarrollo o crecimiento social en sí, sólo el crecimiento económico y material (pasando así por alto que los resultados de sus propias investigaciones implican que de hecho no puede haber desarrollo no material sin desarrollo material). Cambian simplemente la irracional creencia en el desacoplamiento del crecimiento económico respecto de los impactos ecológicos y el consumo de energía y materiales, por la creencia igualmente irracional en que se puede parar el crecimiento económico y material, y por tanto los impactos, sin parar, o incluso revertir, el “bienestar social”, el desarrollo tecnológico y la complejidad social. En otras palabras, creen en el desacoplamiento de “la prosperidad y la ‘buena vida’ respecto del crecimiento económico” y la alternativa que plantean (el decrecimiento) sigue dando por sentada e indiscutible la supervivencia del sistema tecnoindustrial y queda completamente enmarcada y restringida por ella; de hecho la toma como objetivo.

Además, como es habitual también en muchos otros decrecionistas, los autores confunden el colapso del sistema tecnoindustrial con la desaparición de la “civilización humana”. O creen ingenuamente que el curso de la evolución de los sistemas sociales en general (y el de la sociedad tecnoindustrial actual en particular) puede ser previsto y voluntariamente planificado, controlado y dirigido mediante medidas de tipo tecnocientífico, político, económico y social de modo que se prevean y eviten así los problemas ecológicos y sociales que el propio desarrollo implica (muchos de ellos no deseados, no previstos e impredecibles por naturaleza). O no siempre son capaces de separar suficientemente lo social de lo ecológico (por ejemplo, el medioambiente de la ecología; los impactos ecológicos de la pobreza y la injusticia; etc.).

En ningún momento los autores tienen en cuenta que existe otra opción diferente del crecimiento verde o del decrecimiento, de gestionar sea como sea la sociedad tecnoindustrial para “sostenerla”, es decir, para perpetuarla en el tiempo. En ningún momento mencionan que existe la posibilidad de simplemente dejar de tratar de salvar la sociedad tecnoindustrial e incluso tratar activamente de destruirla. Y sin embargo, llevar a cabo con éxito esta opción sería mucho más factible que lograr la supervivencia del sistema tecnoindustrial bien mediante el desacoplamiento o bien mediante el decrecimiento y, además, sería la única forma realmente eficaz y exitosa de evitar o reducir la inmensa mayoría de los impactos ecológicos. Porque lo que los autores no reconocen es que los impactos ecológicos están inevitablemente acoplados respecto a la existencia y el desarrollo de la tecnología moderna y de la sociedad basada en ella, precisamente por los mismos motivos señalados en el texto para su acoplamiento respecto al crecimiento económico: las leyes de la física.