La hipótesis de la matanza excesiva pleistocénica y la biología de la conservación
Por Lisa Nagaoka
Nota: aquí meramente aparece nuestra presentación del texto. El texto completo puede leerse en formato pdf haciendo clic en el título del artículo.
La llamada hipótesis de la matanza excesiva del Pleistoceno (Pleistocene ovekill), es asumida como algo probado por la mayoría de quienes valoran lo salvaje y pretenden conservarlo o restaurarlo. Y no sólo eso, muchos de ellos están basando sus propuestas y metas en dicha hipótesis. Y, de entre los pocos que no la asumen o incluso la critican, la mayoría lo hacen por motivos equivocados, como por ejemplo porque, según ellos, considerar que los cazadores-recolectores prehistóricos pudieron haber dañado los ecosistemas y extinguido especies sería racista y etnocéntrico (los primitivos y sus descendientes directos “indígenas”, serían seres de luz, perfectos e intachables, según ellos). Sólo una pequeñísima minoría de entre quienes valoran lo salvaje es crítica con la hipótesis de la matanza excesiva pleistocénica por motivos acertados: principalmente, porque, desde un punto de vista científico, los fundamentos de la hipótesis muestran deficiencias metodológicas y carecen de evidencias fiables.
La matanza excesiva del Pleistoceno no es más que una hipótesis. Existen indicios a favor, pero también existen indicios en contra y las conclusiones están muy lejos de ser concluyentes, claras y definitivas (y probablemente sigan así por mucho tiempo). Es muy probable que el ser humano tuviese parte de la culpa de al menos algunas de las extinciones de megafauna de finales del Pleistoceno, pero no está nada claro en qué grado en cada caso y lugar. Probablemente la situación y los procesos de extinción fueron muy diferentes (y por tanto, quizá la responsabilidad del ser humano también) en unos continentes o en otros. Y, aunque es algo que se hace habitualmente, tampoco parece muy adecuado equiparar y meter juntas en un mismo saco las extinciones causadas por los polinesios en las islas del Pacífico en épocas relativamente recientes (hace unos cuantos siglos) y las extinciones que se produjeron a finales del Pleistoceno en Eurasia, América o Sahúl (Australia-Nueva Guinea). Y tampoco está nada claro cómo deben evaluarse moralmente, desde una perspectiva que se base en el valor de la autonomía de la Naturaleza, al menos algunas de esas extinciones pleistocénicas, en caso de que ciertamente hubiesen sido causadas única o principalmente por los seres humanos. Son demasiadas incógnitas e incertidumbres como para asumir alegremente dicha hipótesis como verdadera, sacar conclusiones generales y basar en ellas propuestas de conservación y reasilvestramiento. Basar los fines y propuestas conservacionistas en algo tan poco fiable es en realidad un peligro. De premisas (posiblemente) falsas no suelen salir conclusiones verdaderas. ¿Y si, al menos algunas de las extinciones de megafauna del Pleistoceno, que se está dando por hecho que fueron causadas por los seres humanos, hubiesen sido en realidad debidas al clima o a otros factores naturales y no a la intervención humana? En tal caso, dichas especies se habrían extinguido de forma natural y tratar de sustituirlas con taxones afines (o peor aún, de desextinguirlas mediante ingeniería genética) en la actualidad no tendría nada que ver con restaurar la Naturaleza salvaje, sino con interferir en ella aún más. O, ¿y si aun habiendo sido extinguidas por los cazadores-recolectores pleistocénicos, al menos algunas de dichas extinciones pudiesen en realidad ser equiparadas a otras extinciones naturales producidas por otras especies depredadoras no humanas? ¿Cómo deberían entonces ser valoradas dichas extinciones? ¿Por qué valorarlas como algo malo y antinatural y tratar de revertirlas? ¿Cuáles pueden ser los efectos ecológicos de hacer todas estas asunciones injustificadas? ¿Los ecosistemas en los que se apliquen propuestas de restauración basadas en la hipótesis de la matanza excesiva del Pleistoceno se volverán más salvajes y naturales o en realidad se volverán más artificiales y alejados de lo que serían por sí mismos de haber seguido sus propias dinámicas? No es ésta precisamente una cuestión baladí, aunque muchos “defensores” de lo salvaje actualmente prefieran pasarla completamente por alto.
La autora, Lisa Nagaoka, es una de esas pocas personas preocupadas por la tendencia imperante entre los conservacionistas a asumir como cierta la hipótesis de la matanza excesiva del Pleistoceno y hacer propuestas de restauración y rewilding basándose en ella. Y en el texto ofrece una serie de argumentos basados en datos científicos para mostrar algunas de las debilidades de dicha hipótesis y de las propuestas que la toman como base. No son todo lo que se podría decir acerca de ellas, pero la mayoría de lo que dice es válido.
Y decimos “la mayoría” porque hay al menos un defecto que queremos señalar:
La autora dice en el texto que quienes defienden la hipótesis de la matanza excesiva del Pleistoceno afirman que todas las especies de megafauna de Norteamérica se extinguieron a finales del Pleistoceno a causa de la caza por parte de los seres humanos.[1] Desconocemos si hay algún defensor de dicha hipótesis que haya sido tan ignorante/tonto como para hacer semejante generalización (no toda la megafauna se extinguió en Norteamérica en esa época; muchas especies de más de 44 kilogramos sobrevivieron hasta fechas recientes o incluso hasta nuestros días), o si más bien el fallo ha sido de la autora, que usó el término “todas” de forma injustificada o simplemente se expresó mal (quizá quiso decir que la hipótesis dice que en todas las extinciones de especies de megafauna de la época la causa fue el ser humano pero se lió y dijo que la hipótesis dice que todas las especies de megafauna se extinguieron a causa del ser humano). Eso si es que ha sido un fallo involuntario y no una calumnia malintencionada e infundada.
[1] Exactamente en el original dice: “The hypothesis states that when people arrived in the Americas, they hunted all the megafauna (mammals of ≥44 kg adult body weight) to extinction”.