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El geógrafo de la Universidad de Wisconsin William M. Denevan es un destacado crítico de lo que el llama “El Mito de la Naturaleza Virgen”. Afirma que “el paisaje de los nativos americanos del siglo XVI era un paisaje humanizado casi por doquier. Las poblaciones eran grandes”. Arturo-Gomez-Pompa  y Andrea Kaus se hacen eco de esta afirmación: “Los hallazgos científicos indican que prácticamente todas las partes del globo, desde los bosques boreales a los húmedos trópicos, han sido habitadas, modificadas o gestionadas a lo largo de nuestro pasado humano”. J. Baird Callicott asegura, de modo semejante, que “la idea de las tierras salvajes es lamentablemente etnocéntrica. Pasa por alto la presencia histórica y los efectos que los pueblos aborígenes tuvieron en prácticamente la totalidad de los ecosistemas del mundo”.

¿Cuánto hay de verdad en estas aseveraciones teóricas? ¿Qué nos dicen realmente la investigación y los hechos? Algunas preguntas que debemos hacernos acerca del Mito de la Naturaleza Virgen son:

Tras explorar estas cuestiones, secundaré a las geógrafas de la Universidad de Oregon, Cathy Whitlock y Margaret Knox, que dicen: “No es de extrañar que asignar un papel importante a los pueblos primitivos sea un concepto popular hoy en día entre aquellos que defienden la gestión activa tanto de las áreas salvajes como de las tierras explotadas”. De hecho, el apologeta de la ganadería extensiva Dan Dagget reclama la cría de ganado en las tierras áridas del Oeste y, en última instancia, la domesticación de las áreas salvajes porque cree que los indios americanos ya habían domesticado la tierra antes de que Norteamérica fuese ocupada por los colonos blancos. Michael Soulé señala que los anticonservacionistas de derechas de los Estados Unidos defienden que, “dado que el oeste ya no es virgen, no debería haber restricciones reguladoras para la persecución del máximo beneficio a corto plazo en las tierras públicas”, y que los ecologistas sociales de izquierdas afirman que la pluviselva del Amazonas fue creada por los indios y, por tanto, esto justifica “posteriores remodelaciones materiales”. Las implicaciones políticas y ecológicas de la perspectiva de que “los-humanos-siempre-han-estado-en-todas-partes” son escalofriantemente claras.

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