Cuando los tiros salen por la culata

Por Michael Huesemann y Joyce Huesemann

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Dependencia de la tecnología moderna para alimentar a una población creciente

La cantidad de seres humanos ha aumentado desde una estimación de 10.000 hace alrededor de entre 130.000 y 150.000 años a los cerca de 7.000.000.000 actuales.1 Si bien este incremento de la población parece ser exponencial, un análisis más detallado muestra que la expansión de las poblaciones humanas en realidad se ha producido en varias etapas en respuesta a cambios en el clima y a una serie de tres principales revoluciones tecnológicas: la fabricación de herramientas, la agricultura y las revoluciones industriales. La invención de herramientas de piedra avanzadas durante el periodo Paleolítico Superior permitió a los cazadores-recolectores expandirse desde su zona originaria en África hacia Eurasia hace aproximadamente entre 40.000 y 50.000 años, con un aumento de la población total hasta los 10 millones justo en vísperas de la revolución agrícola. La invención de la agricultura hace unos 10.000 años multiplicó en buena medida la capacidad de carga de la tierra dando como resultado una estabilización y expansión del suministro alimentario. Como consecuencia, la población humana aumentó hasta llegar a superar los 100 millones hace unos 2.000 años.2

El rápido y sinérgico desarrollo de la ciencia y la ingeniería que comenzó hace más de 300 años, llevó a la proliferación de tecnologías, entre las que destacan la máquina de vapor, el motor de combustión interna y el generador eléctrico. Un efecto fundamental de la Revolución Industrial fue el enorme aumento de la producción de alimento a consecuencia de la industrialización de la agricultura, primero mediante la introducción de maquinaria propulsada con combustibles fósiles, que facilitó la rápida conversión de bosques y praderas en tierras de cultivo, y más tarde mediante el aumento de la productividad de los cultivos a través de la aplicación de fertilizantes, pesticidas y herbicidas basados en los combustibles fósiles. En esencia, la energía fósil no renovable sustituyó a la tierra y el trabajo. Como resultado de la Revolución Industrial en la agricultura, la capacidad de carga de la tierra se multiplicó al menos por diez y el número de seres humanos aumentó desde aproximadamente 545 millones hace 350 años hasta cerca de 7.000 millones en la actualidad.3

La Revolución Industrial comenzó en Europa hace alrededor de 300 años y desde entonces se ha extendido por todo el mundo a través de la transferencia intensiva de tecnología, al principio durante la colonización llevada a cabo por los europeos y más recientemente como parte de los intentos de “desarrollar” a las naciones pobres. La “Revolución Verde” es uno de los mejores ejemplos de dicha transferencia de tecnología. Mientras que el desarrollo tecnológico produjo rápidos incrementos de población en Europa durante los siglos XIX y XX, la transferencia de tecnología a las naciones “en vías de desarrollo” ha sido el principal responsable de la actual explosión demográfica mundial.4

La superpoblación humana tiene muchas consecuencias negativas. En general, más gente significa más problemas.5 La competencia creciente por recursos escasos tales como la tierra, el agua, el alimento, los minerales y la energía a menudo da como resultado pobreza, hambrunas, guerra y genocidio. A medida que cada vez más seres humanos van controlando y explotando la naturaleza, se van generando o agravando los problemas medioambientales actuales, tales como la contaminación química, la extinción de especies y el cambio climático global. Al final, la calidad de vida se ve reducida a medida que más gente se va desplazando a centros urbanos, donde a menudo viven en condiciones de hacinamiento antinaturales, insalubres, ruidosas y estresantes, en las “megaciudades” del mundo.

Es importante reconocer que los tres principales aumentos de la población mundial se basaron en mejoras en el acceso a la energía. Cuando, mediante la innovación tecnológica, la gente obtuvo acceso a más energía de la que previamente había estado disponible, la producción de alimentos aumentó y las poblaciones crecieron en proporción directa a ello.6 A medida que los primeros cazadores-recolectores fueron expandiendo sus territorios, fueron capturando más luz solar en forma de plantas y animales adicionales. El subsiguiente desarrollo de la agricultura intensificó la conversión fotosintética de energía solar en biomasa alimentaria, lo cual tuvo un efecto cada vez mayor en el tamaño de la población. En la actualidad, el acceso a la energía fósil ha llevado a un aumento de la productividad de los cultivos tanto respecto a la superficie de tierra cultivada como al trabajo invertido, impulsando el más reciente y mayor aumento de la población humana.

El hecho de que las existencias de energía fósil no sean renovables y que muy probablemente se agoten en un futuro cercano7 indica que la población mundial actual, gran parte de la cual depende de los combustibles fósiles para producir su alimento, no podrá sostenerse de forma indefinida. Con el declive anticipado en la disponibilidad de combustibles fósiles, la producción agrícola mundial acabará teniendo que revertirse a los métodos de cultivo de épocas anteriores, que requerían más trabajo y eran menos productivos. Es altamente improbable que se pueda suministrar suficiente alimento para los aproximadamente 9.500 millones de personas que se espera que haya en el 20508 sin aportes de energía fósil, dado que la misma estabilidad y relativamente baja densidad de población de las sociedades agrícolas tradicionales estaba determinada por su dependencia del limitado pero constante aporte de energía solar, el cual nunca pudo ser aumentado, sólo distribuido entre tierras de labor, pastos y bosques para suministrar cultivos, energía animal y combustible en las proporciones deseadas.9

Está claro que el propio éxito de la Revolución Industrial ha puesto a los seres humanos en una situación muy precaria: a menos que en los próximos cien años se realicen esfuerzos concertados para reducir voluntaria y significativamente el tamaño de la población humana, es inevitable un colapso global de la población. Esto provocaría un sufrimiento humano masivo a una escala jamás antes vista.

Reducción de la adaptación de las generaciones futuras

Durante muchos miles de generaciones, el proceso de la evolución biológica garantizó que los seres humanos estuviesen bien adaptados a su entorno natural, maximizando por tanto sus posibilidades de supervivencia. Hasta hace muy poco, de promedio siete de cada diez niños morían antes de alcanzar la edad reproductiva, asegurando así que sólo los más vigorosos, aquellos que estaban mejor adaptados a un entorno relativamente duro, pasasen sus genes a las generaciones futuras.10 El entorno humano, sin embargo, cambió drásticamente tras la Revolución Industrial, cuando unas mejores nutrición e higiene aumentaron las tasas de supervivencia infantil. Es más, debido a diversas intervenciones médicas tales como la inmunización, los antibióticos y más recientemente las cirugías postnatal e incluso prenatal, más de el 95 por ciento de los recién nacidos sobreviven hasta la edad reproductiva en los países desarrollados.11

Varios cientos de años de industrialización han envuelto a muchos seres humanos con un entorno artificial muy distinto de aquel en que evolucionaron sus ancestros.12 Las mutaciones que eran letales o perjudiciales en condiciones naturales ya no son eliminadas por una muerte temprana.13 La dirección de la selección natural se ha visto alterada por las condiciones de vida modernas. Aquellas mutaciones que antes eran letales y perjudiciales ahora se acumulan en la población, reduciendo por tanto la capacidad de la población para sobrevivir en condiciones ambientales más rigurosas.14 Por ejemplo, desde la invención de las gafas, la gente con vista defectuosa ha sido capaz de reducir en gran medida el riesgo de morir por depredación o accidentes, pasando por tanto su deficiencia visual a las generaciones posteriores.15 Si la sociedad tecnológica llegase a colapsar y ya no fuese fácil disponer de gafas, millones de personas se encontrarían de repente gravemente impedidas. El profesor James Crow resume las consecuencias:

Por muy eficaz que fuese la selección natural a la hora de eliminar mutaciones dañinas en el pasado, ya no lo es en gran parte del mundo. … Resulta evidente que durante los últimos siglos las mutaciones dañinas se han estado acumulando. ¿Por qué no lo notamos? Suponiendo que somos como la Drosophila [una mosca de la fruta], la reducción de la viabilidad debida a la acumulación de mutaciones sería de un 1 ó 2% por generación. Esto se ve compensado por las mejoras ambientales, que son mucho más rápidas. … ¿Durante cuánto tiempo podremos mantener esto? Quizá durante mucho tiempo, pero sólo si sigue habiendo un orden social que permita realizar continuas mejoras ambientales. Si la guerra o el hambre obligasen a nuestros descendientes a volver a una vida propia de la Edad de Piedra tendrían que enfrentarse a todos los problemas que tenían sus ancestros de la Edad de Piedra además de a las mutaciones que hemos acumulado desde entonces.16

Aquí nos encontramos con otra manifestación de la naturaleza dual del “progreso” tecnológico: a medida que la gente trata de beneficiarse de la vida en una sociedad de alta tecnología, sus descendientes van viendo, una generación tras otra, reducida su adaptación para la supervivencia en condiciones más naturales. Cuando las generaciones futuras se vean forzadas por un colapso social, temporal o permanente, a vivir “más cerca” de la naturaleza, sufrirán una tasa de mortalidad sustancialmente elevada. Dado que las civilizaciones complejas no persisten indefinidamente, es sólo cuestión de tiempo que nuestros descendientes se vean obligados a vivir de nuevo sin las intervenciones actuales. Llegados a este punto, podemos decir que millones de personas morirán debido, en cierto modo, a nuestro actual modo de vida.

Notas:

1. Deevey, E.S. 1960. “The human Population”, Scientific American 203: 195-204. Jobling, M.A., Hurles, M.E. y Tyler-Smith. C. Human Evolutionary Genetics – Origins, Peoples and Disease (Nueva York, NY: Garland Science/Francis and Taylor Group, 2003).

2. Ibíd.

3. Deevey, op. cit.

4. Erlich, P.R. y Erlich, A.H. The Population Explosion (Nueva York, NY: Touchstone Books, Simon and Schuster, Inc., 1991).[b]

5. Erlich y Erlich op. cit. y One with Nineveh – Politics, Consumption, and the Human Future (Washington, DC: Island Press, 2005). Grant, L. (ed.). Elephants in the Volkswagen – Facing the Tough Questions about our Overcrowed Country (Nueva York, NY: W.H. Freeman and Company, 1992) y Juggernaut – Growth on a FinitePlanet (Santa Ana, CA: Seven Locks Press, 1996).

6. Pimentel, D y Pimentel, M. Food, Energy, and Society (Boulder, CO: University Press of Colorado, 1996).

7. Campbell, C.J. y Laherrere, J.H. 1998. “The End of Cheap Oil”, Scientific American (Marzo): 78-83.[c] Romm, J.J. y Curtis, C. B. 1996. “Mideast Oil Forever?”, Atlantic Monthly 227(4): 57.

8. Gaffin, S.R. 1998. “World Population Projections for Greenhouse Gas Emission Scenarios”. Mitigation and Adaptation Strategies for Global Change 3: 133-170.

9. Sieferle, R.P.. “Sustainability in a World History Perspective”, en Benzing, B. y Hermann, B. (eds.). Exploitation and Overexploitation in Societies Past and Present (Muenster, Alemania: Lit Verlag, 2004).

10. McKeown, T. The Origins of Human Disease (Oxford, UK: Basil Blackwell Ltd., 1988), pág. 74.[d]

11. Ibíd.

12. Crow J.F. 1998. “Overdominance – A Half-Century Later”, Evolutionary Biology 30:12.

13. Crow, “Population Perspective”, en Hilton D.C.B., Harris M., Condliffe y Berkley B. (eds.). Ethical Issues in Human Genetics (Nueva York, NY: Plenum Publishing, 1973), pág. 74.

14. Crow, 1999. “The Odds of Losing at Genetic Roulette”, Nature 397 (28 de enero): 293-294.

15. Crow, 1998, pág. 11.

16. Crow, 1997. “The High Spontaneous Mutation Rate: Is It a Health Risk?” Proceedings of the National Academy of Science 94 (Agosto): 8383-8385.


[a] Traducción y adaptación a cargo de Último Reducto de un fragmento del Capítulo 2, “When Things Bite Back: Some Unintended Consequences of Modern Technology”, del libro de los autores TechNo-Fix (New Society Publishers, 2011). Copyright © 2011 Michael Huesemann y Joyce Huesemann. N. del t.[b] Existe edición en castellano: La explosión demográfica, Salvat Editores, 1993. N. del t.[c] Existe edición en castellano: “Fin de la era del petróleo barato”, Investigación y Ciencia, Mayo 1998. N. del t.[d] Existe edición en castellano: Los orígenes de las enfermedades humanas, Triacastela, 2006. N. del t.