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El siguiente texto, como buena parte de los incluidos en esta sección, trata de refutar, con bastante acierto, los típicos ataques al concepto de la Naturaleza salvaje. De su lectura, el lector inteligente será capaz de extraer ideas y conclusiones importantes acerca de en qué consiste realmente el carácter salvaje de los ecosistemas. Y esta información le podrá servir para no caer en errores e ingenuidades a la hora de referirse a la Naturaleza salvaje, así como para no dejarse engatusar por las falacias de aquellos que pretenden hacernos creer que lo salvaje ni existe ni es un valor que se deba defender.

Asimismo, una idea muy interesante mencionada en el texto es lo que el autor llama “amnesia del paisaje” (lo que otros llaman “síndrome de las referencias ecológicas cambiantes”, “shifting ecological baseline syndrome” en inglés). A medida que las verdaderas zonas salvajes van desapareciendo, la gente tiende a ir aceptando y tomando paulatinamente como normales o deseables (referencias ecológicas) entornos que en realidad no son sino, en el mejor de los casos, estados degradados de lo que en su día hubo y de lo que en realidad debería haber. Esto tiene mucho que ver, por ejemplo, con la forma en que muchos ecologistas y gente similar suelen plantear el ideal ecológico en Europa (un continente en su mayor parte intensamente humanizado desde hace muchos siglos): un mundo rural o urbano “verde”, con una “naturaleza” mayoritariamente domesticada y en gran medida dependiente del ser humano y de su cultura. Cuando lo único que se conoce y que rodea a uno, aparte de las calles y edificios de los pueblos y las ciudades, son campos de labranza, bosques secundarios, dehesas, plantaciones silvícolas y pastizales ganaderos, es fácil caer en asumir que eso es la verdadera Naturaleza. Hace falta un esfuerzo consciente y bastante conocimiento ecológico para darse cuenta de que la Naturaleza auténtica (es decir, salvaje) es otra cosa: lo que había antes de toda esa domesticación y degradación.

Por otro lado, como es costumbre entre los conservacionistas, el autor se centra en defender la meta de la preservación legal de la Naturaleza salvaje. Sin embargo, aunque esta estrategia pueda ser necesaria y relativamente eficaz a corto plazo, no servirá a largo plazo para proteger los ecosistemas salvajes del asedio a que se verán inevitablemente sometidos, antes o después, por parte de la sociedad tecnoindustrial. Y, precisamente, los problemas o deficiencias de la conservación que el propio autor reconoce y menciona en este texto son pruebas de lo anterior, ejemplos de por qué y cómo a largo plazo la conservación legal no conseguirá proteger lo salvaje. La solución al conflicto entre Naturaleza salvaje y sociedad tecnoindustrial ha de ser otra, diferente de la preservación legal de zonas protegidas y de la engañosa búsqueda de un equilibrio entre dos partes que en realidad son irreconciliables.