¿Población, opulencia o tecnología?

Por Dave Foreman y Laura Carroll

Nota: aquí meramente aparece la presentación del texto. El texto completo puede leerse en formato pdf haciendo "click" en el título del artículo.

El artículo que presentamos a continuación es la traducción de un capitulo de un libro escrito por dos autores estadounidenses, Foreman y Carroll. Su interés para nosotros radica principalmente en dos cuestiones: Por un lado, al menos en el caso de Foreman, se trata de personas que toman como referencia en sus trabajos el respeto y devoción hacia la Naturaleza salvaje, algo hasta cierto punto habitual en la cultura norteamericana pero casi inexistente en la cultura y el pensamiento españoles.

Por otro lado, este texto es un buen ejemplo de cómo algunas personas pueden ir bastante más allá de las habituales consignas ecologistas de sostenibilidad, reciclaje, energías renovables, etc. a las que cada vez estamos más acostumbrados. Los autores han tenido en cuenta otros factores obviados por la mayoría, como el crecimiento demográfico, y cómo éste ha sido favorecido a lo largo de la historia por el desarrollo tecnológico.

Además, no se trata de una advertencia con objeto de eludir un posible colapso de la civilización industrial (como en realidad ocurría con los científicos Holdren y Erlich, mencionados en el texto y conocidos por sus teorías acerca del crecimiento demográfico). Al contrario, este análisis del impacto del crecimiento demográfico de las sociedades humanas sobre el entorno está claramente motivado por una genuina preocupación por los efectos que ese impacto está generando sobre la Naturaleza salvaje. En pocas palabras, se trata de un pensamiento ecocéntrico en vez de antropocéntrico. Algo, al parecer, difícil de entender para una humanidad incapaz, en su mayoría, de ver más allá de su propio ombligo.

Aún así, dejando a un lado todas estas, para nosotros, virtudes, la realidad es que la forma en que Foreman y Caroll entienden el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial y la estrategia para defender la Naturaleza salvaje puede ser cuestionada en varios aspectos. Vamos a mencionar, a nuestro juicio, los más importantes:

- La ecuación I=PAT tiene más de herramienta “pedagógica”, es decir, de expresión gráfica útil para dar a conocer y destacar la interacción existente entre la población, la opulencia y la tecnología a la hora de generar impactos sobre la biosfera, que de modelo matemático correcto y adecuado que represente fielmente esas complejas interrelaciones.

Así, por ejemplo, a menudo (incluso en este texto, aunque sea puntualmente y de refilón) se menciona el desarrollo tecnológico, no como un factor que incrementa el impacto, sino como todo lo contrario, como algo que lo reduce. Se supone que las tecnologías avanzadas son más eficaces a la hora de usar los recursos y que esto, en principio, reduciría el impacto sobre la Naturaleza. Sin embargo, en tal caso, T debería ser un denominador: I=PA/T.

Por otro lado, las tres variables tienen diferentes grados de independencia/dependencia mutua. Así, por ejemplo, la tecnología a veces actúa como variable independiente, como en el caso citado por los autores en que T incrementa la capacidad de carga, afectando a las otras dos variables. Pero otras veces, al menos en cierta medida, T actúa como variable dependiente de P y/o A. Por ejemplo, hace falta un mínimo de población y/o de riqueza para alcanzar y mantener ciertos niveles de desarrollo tecnológico; un grupo completamente aislado de, digamos, cien personas con unos recursos materiales limitados no puede crear, usar ni mantener una tecnología industrial moderna; para ello hacen falta masas de millones de personas y muchos recursos.

¿Cómo se incluirían todos estos matices en un modelo matemático válido? No lo sabemos, pero desde luego que no sería con una fórmula tan simple como I=PAT.

- El problema de la tecnología no es tratado adecuadamente en este artículo. El impacto de la tecnología en la Naturaleza salvaje no sólo se debe al impacto indirecto a través del aumento de la capacidad de carga comentado por los autores, sino que la tecnología tiene también un impacto directo en la Naturaleza salvaje. La tecnología ni surge de la nada ni se esfuma en la nada, es decir, para fabricarla, usarla, e incluso para desecharla, se necesitan recursos naturales: materia, energía y espacio, que sólo pueden ser obtenidos a costa de destruir y someter la Naturaleza salvaje. Y, curiosamente, esto, que es el impacto más obvio e inevitable de la tecnología, es pasado por alto por los autores del texto (y, con ellos, por gran parte de la humanidad).

Además, el desarrollo tecnológico también conlleva inevitablemente otros impactos y amenazas para lo salvaje, quizá menos evidentes pero no por ello menos graves, como serían, por citar sólo algunos ejemplos, la hibridación de los humanos con aparatos tecnológicos, la biotecnología, la geoingeniería o los desastres ecológicos fruto de negligencias humanas o de errores técnicos.

En resumen, que mientras que los autores reconocen sin problemas que la población y la opulencia tienen unos impactos directos en la Naturaleza salvaje, pasan por alto los impactos más directos y obvios de la tecnología y sólo reconocen el impacto indirecto que causa la misma al aumentar la población y, con ella, el consumo por medio de la elevación de la capacidad de carga. Para ellos, en realidad, por mucho que digan en el título y en el primer párrafo, la ecuación I=PAT se reduciría prácticamente a I=PA. Esta clamorosa subestimación del impacto real de la tecnología en su interpretación de la ecuación I=PAT sugiere que, lamentablemente, los autores consideran el desarrollo tecnológico como un hecho inevitable e imparable (si es que no lo consideran incluso deseable) sobre el que no se puede incidir.

- A pesar de que hasta ahora el crecimiento demográfico ha ido de la mano del desarrollo tecnológico, esa relación no tiene por qué seguir siendo directa en un futuro próximo. El hecho de que el progreso tecnológico haya favorecido hasta ahora el crecimiento demográfico y con ello el impacto ecológico, no significa que una menor demografía vaya a traducirse en un menor impacto ecológico. Si el desarrollo tecnológico prosigue, nada hace pensar que el acaparamiento de recursos naturales y la degradación y dominación de los ecosistemas vayan a cesar o tan siquiera menguar, aunque se frenen o incluso se inviertan, hasta cierto punto, el crecimiento demográfico o el consumo per cápita. Es más que dudoso que el hecho de sustituir humanos por robots, ordenadores, drones y otras máquinas vaya a mejorar el estado del mundo natural y salvaje. Recordemos lo dicho más arriba, la tecnología, como cualquier otro sistema físico, necesita inevitablemente consumir energía, materia y espacio para existir y funcionar.

- Una posible prueba de que el mero hecho de frenar el crecimiento demográfico y la opulencia no va a mejorar el estado de la Naturaleza salvaje es el fenómeno mencionado en este artículo bajo el nombre de “la paradoja de Jevons”. Efectivamente, el ahorro de recursos por habitante no sirve de mucho si la demografía sigue en aumento. Pero precisamente por eso (y aquí es donde mayormente yerran los autores del texto), el aparente ahorro de recursos resultante de la estabilización o disminución de la demografía, no serviría sino para que esos recursos sean invertidos en potenciar aún más el desarrollo tecnológico, aumentando finalmente el impacto ecológico a nivel global. Así que sintiendo contradecir a los autores del texto, la disminución de los efectivos humanos en el planeta no servirá por sí sola para escapar de la paradoja de Jevons… a no ser que venga acompañada también de un retroceso en el nivel tecnológico, ya que, no lo olvidemos, la tecnología también es un multiplicador en la ecuación I=PAT.

- En relación con lo anterior, resulta chocante que los autores digan que necesitamos llevar a cabo, en la medida que podamos, los cambios voluntarios en el estilo de vida que enumeran en el texto (usar menos el automóvil, comer a un nivel más bajo en la cadena trófica o vivir en casas más pequeñas y eficientes energéticamente) como formas de reducir el impacto debido a la opulencia. ¿Acaso no se cumple la paradoja de Jevons también en tales casos? ¿Acaso la energía y los recursos ahorrados con esos u otros cambios “verdes” en el modo de vida de algunos individuos no quedarán así disponibles para ser consumidos por otros individuos menos “ecoescrupulosos” en cualquier otra parte del sistema tecnoindustrial manteniendo así su crecimiento? ¿A quién benefician realmente esos cambios “verdes” voluntarios y minoritarios en los modos de vida y el ahorro de recursos que se supone que conllevan? ¿A la Naturaleza salvaje o al sistema tecnoindustrial? ¿Qué parte del texto hemos de tomarnos en serio? ¿Las secciones dedicadas a la “huella ecológica” y al legado de carbono o la dedicada a la paradoja de Jevons?