The Party Is Over

 (Libro de Richard Heinberg, reseñado por Qpooqpoo)

Nota: para poder leer la reseña en formato pdf basta con hacer "click en el título del libro.

 

El análisis que hoy se necesita debe tener en cuenta los principios ecológicos, las restricciones de energía y recursos, la presión poblacional y las dinámicas históricas de las sociedades complejas.[2]

 

A este libro[3] el paso del tiempo no le ha sentado bien. Muchos lectores recordarán la época en que el “pico del petróleo” estaba de moda. Tuvo su apogeo en la primera década del siglo XXI: un grupo de académicos, investigadores aficionados y escritores convergieron en un “movimiento” en torno a la creencia de que la sociedad industrial se estaba acercando al colapso o a un declive agudo debido a que se estaba agotando el acceso al petróleo, del cual dicha sociedad era abrumadora e inexorablemente dependiente. La sociedad industrial estaba chocando directamente con unos límites –en concreto límites ecológicos y tecnológicos (la cantidad de petróleo geológico que quedaba y la capacidad para acceder de forma eficiente a dicho petróleo)-, decían a todo el mundo, y pronto empezaría su agonía a medida que todos los aspectos del sistema industrial que eran dependientes de una energía basada en combustibles fósiles baratos y abundantes comenzasen a dejar de funcionar; la razón coste/beneficio de la extracción del petróleo ya no haría rentable el esfuerzo. Sin embargo, el “movimiento” ha desaparecido: aún existen creyentes en el pico del petróleo[4], pero son reticentes a la hora de conceder entrevistas. La mayoría de los “institutos” y organizaciones que fundaron han dejado de existir; muchos de ellos no harán ya ningún comentario acerca del tema. Muchos han desplazado el foco de su atención hacia el daño medioambiental y los límites ecológicos en general. Otros aún se aferran a la noción, pero alejan el momento decisivo hacia el futuro: aún dirán que está cerca; pero lo han desplazado hacia un futuro indefinido.

Así pues, ¿qué ha sucedido? En pocas palabras: La tecnología. A saber, los creyentes en el pico del petróleo basaban sus nociones en una comprensión deficiente de la tecnología y de su interrelación con la sociedad tomada en su conjunto. Cayeron en esto en parte por su ingenuidad acerca de la naturaleza fundamental del sistema tecnoindustrial y en parte debido a un deseo inconsciente –nacido de una legítima preocupación por la destrucción de la Naturaleza salvaje- de que el sistema industrial colapsase pronto.[5]

Tanto el descubrimiento del petróleo como su tasa de extracción dependen en gran medida de la tecnología. La tecnología es la variable independiente. Una sola cita basta para ilustrar de qué manera Heinberg pasa por alto este hecho:

A medida que tenemos que perforar más profundo para encontrar petróleo, y a medida que tenemos que desplazarnos a zonas cada vez más difíciles y caras para poder funcionar, la razón entre beneficio [energético] y energía gastada decrece.[6]

Este enfoque es típico de los creyentes en el pico del petróleo. Es su rasgo común más significativo:

La tecnología no puede cambiar la geología de las reservas; la tecnología puede ayudar a producir más rápido, pero no más…[7]

Esta perspectiva pasa gravemente por alto el modo en que la tecnología cambia la eficiencia de la extracción a lo largo del tiempo, así como el modo en que la demanda de energía va cambiando con esa eficiencia. La demanda evoluciona debido a los cambios en la eficiencia del uso de la energía en el sistema industrial. Esta demanda cambiante debida a una eficiencia cambiante en el uso del petróleo se corresponde con una eficiencia cambiante en la extracción del petróleo –el sistema tecnológico es un todo integrado y los sistemas que permiten un uso más eficiente están interconectados con los sistemas que permiten una mayor expansión. El resultado neto es que la razón total entre el precio y el beneficio de la extracción del petróleo puede permanecer más o menos constante siempre y cuando el sistema tecnológico sea capaz de seguir avanzando de forma continua en lo que a eficiencia se refiere. En este aspecto, si bien ciertamente puede que tenga que enfrentarse seriamente a los límites que comprometen su expansión a costa de la transformación del mundo natural (y de hecho actualmente está experimentando graves problemas sociales y medioambientales que amenazan con desestabilizarlo severamente), no hay razón para pensar que chocará contra barreras importantes de un modo tan abrupto como los creyentes en el pico del petróleo creen.

Para visualizar mejor este proceso, veamos algunos ejemplos concretos. Cuanto más eficiente se vuelve el sistema industrial a la hora de extraer un recurso, tanto más rápido extrae ese recurso. La búsqueda, extracción, almacenamiento, procesamiento y transporte del petróleo –la totalidad del ciclo desde el subsuelo hasta el surtidor- se vuelve más eficiente a medida que aumenta la eficiencia en todo el sistema. Existen oportunidades para la eficiencia en todas las áreas, incluidas áreas hasta ahora desconocidas, con técnicas radicales y nuevas que permiten capacidades más sutiles y profundas. Éstas son, entre otras: técnicas mejoradas de radar y cartografía 3D, aprendizaje automático, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, técnicas de procesamiento químico, técnicas de ingeniería mecánica (motores más eficientes en el uso del combustible y mejoras en la transmisión, cartografía y coordinación más eficientes de la logística y de la cadena de suministros, navegación aérea asistida por ordenador), etc. Mientras tanto, el comportamiento humano y los recursos humanos siguen siendo regulados de forma cada vez más eficiente a medida que el sistema tecnológico avanza, mediante técnicas de vigilancia, de organización, de educación y propaganda, etc. A medida que el sistema tecnológico ha ido creciendo, ha permitido una extracción y un uso más eficientes del petróleo –manteniendo un grado de disponibilidad del mismo que es lo suficientemente estable como para que el sistema siga creciendo.

Hay suficiente petróleo y carbón en el subsuelo –simplemente existen- como para suministrar la suficiente energía para mantener durante muchos cientos de años las tasas de uso actuales. Esto es ya de por sí algo suficientemente malo para quienes con razón entendemos que el sistema industrial debe colapsar pronto si queremos que quede algo del planeta. Sin embargo, también hemos de tener presente que este proceso no se limita a un solo tipo de recursos naturales. Sencillamente, la Providencia no dictó que el petróleo, el carbón, el uranio, etc. fuesen las únicas materias primas que aportasen energía a la sociedad industrial. No hay razón para creer que, a medida que el sistema tecnológico vaya creciendo, esta tendencia de descubrimiento y extracción de recursos no vaya a continuar y que no vaya a haber otros “recursos” de la tierra –hasta ahora inimaginables- que puedan ser usados para producir energía.

Lo más preocupante es que este proceso de transformación de la tierra y de los seres humanos debería continuar sin cesar, hasta que nada en el mundo natural y salvaje quede libre de la alteración tecnológica. El resultado total de la suma de todos los sistemas que compiten e interactúan explotando artificialmente cada vez más recursos es desastroso. Tal como lo describía Kaczynski en Anti-Tech Revolution, Capítulo 2:

Al igual que los organismos biológicos, los sistemas mundiales autopropagantes humanos explotan cada oportunidad, utilizan cada recurso e invaden cada rincón en el cual puedan encontrar algo que sea de utilidad para ellos en su interminable búsqueda de poder. Y, a medida que la tecnología avanza, cada vez más cosas que al principio parecían inútiles acaban siendo útiles después de todo, de modo que cada vez se extraen más recursos, se invaden más rincones…[8]

Probablemente la incapacidad de los creyentes en el pico del petróleo para apreciar completamente el problema de la tecnología sea debida en parte a una negación psicológica y en parte a la educación y la propaganda (en el sistema tecnológico, por motivos obvios, se desalienta a la gente a pensar acerca de la tecnología en sí –el pensamiento mismo es adulterado o el foco de su atención se distrae o se aparta de la tecnología). Sin embargo, la incapacidad para apreciar el problema de la tecnología es también un efecto colateral predecible de ciertas corrientes ideológicas históricas. Mientras el sistema industrial estaba aún en su infancia, durante el periodo de Adam Smith y, más tarde, Karl Marx, parecía como si la tecnología tuviese a su disposición recursos ilimitados. La mayoría de la gente, como mínimo, ni se molestaba en pensar seriamente acerca de las implicaciones para los recursos a largo plazo.  Por tanto, tenían una mentalidad “cornucopiana”:

Durante décadas la mayoría de los economistas han coincidido en proclamar que los recursos eran efectivamente infinitos … cada año que pasaba la humanidad estaba cultivando un futuro indiscutiblemente brillante a medida que se reproducía, transformaba su medioambiente, inventaba nuevas tecnologías y consumía recursos.[9]

Pero a medida que el sistema industrial se adentraba en el siglo XX, y sus efectos ecológicos negativos pasaban a ser ampliamente conocidos, comenzamos a oír hablar:

… acerca de ecólogos, geólogos del petróleo, climatólogos y otros científicos que nos decían que los recursos son limitados, que la capacidad de carga de la tierra para los seres humanos es finita y que la biosfera de la que dependemos no puede seguir absorbiendo el rápidamente creciente caudal de residuos procedentes de la civilización industrial.[10]

Por tanto, se desarrolló una construcción mental particular, que acabó dando lugar al marco intelectual básico del “ecologismo”, a saber: la civilización tecnológica es un fenómeno que se sitúa aparte de la Naturaleza y que está desplazando seriamente a ésta. La civilización tecnológica ha de aprender a vivir en armonía con la Naturaleza o, de lo contrario, la Naturaleza será destruida y arrastrará consigo a la civilización, de forma muy similar a lo que sucede cuando un parásito mata a su huésped. Dado que destruir la civilización tecnológica para salvar la Naturaleza salvaje nunca fue una opción a considerar, la meta fue “planificar”, “organizar”, “controlar”, etc. la civilización para que viviese en “armonía” o “equilibrio”, o “sosteniblemente”, con la Naturaleza.[11] Sin embargo, esta perspectiva pasa por alto un aspecto crucial: la tecnología transforma la Naturaleza para adaptarla a sus necesidades, siempre. La civilización tecnológica no necesita forzosamente chocar de frente con los límites naturales, ya que la tecnología misma tiene la capacidad de transformar la Naturaleza y la sociedad de tal modo que la sociedad transformada pueda seguir siendo sostenida (al menos a corto plazo) por un medio ambiente transformado. ¿Que se queda sin petróleo? Se adapta transformando aún más la Naturaleza y controlando aún más el comportamiento humano: más ecosistemas desérticos convertidos en parques solares, más rincones y grietas de la corteza terrestre invadidos y explotados por una extracción cada vez más eficiente, más biomasa natural cosechada y convertida en “biocombustible”, más educación y propaganda condicionando a los seres humanos para que actúen y piensen de un modo más eficiente y se adapten al nuevo medioambiente tecnológico, etc., etc. Por tanto, el viejo paradigma es incapaz de tener en cuenta las dinámicas evolutivas del sistema industrial, ni que éste transforma la Naturaleza para que se ajuste a sus fines.

Nuestro sistema social actual (determinado por nuestro nivel tecnológico) constituye el mecanismo por el cual esta adaptación puede tener lugar de la forma más eficaz (actualmente, la economía de libre mercado y señales de precio, aunque quizá en un futuro se desarrolle un sistema más eficaz para el crecimiento y la adaptación tecnológicos). Desafortunadamente, a la inmensa mayoría de los ecologistas se les escapa una completa consciencia de este proceso y de lo que implica para el crecimiento tecnológico continuo (o la ignoran voluntariamente): para ellos, o bien el día del juicio se aleja continuamente más allá del horizonte o la civilización industrial está ciertamente haciendo progresos en lo que respecta a la promesa de vivir en armonía con la Naturaleza. Por consiguiente, el viejo paradigma se mantiene. La consciencia sistemática del sistema tecnosocial y de cómo éste evoluciona e interactúa con la Naturaleza y con los seres humanos es dejada a un lado.[12]

Puede suceder que el sistema industrial choque con serias dificultades y comience a derrumbarse. Pero no es seguro que estas dificultades no vayan a ser resueltas. Cuantos más desafíos afronte el sistema industrial, más se esforzará por superar dichos desafíos y por mantenerse a sí mismo, aun en el caso de que eso signifique que tenga que sacrificar más Naturaleza y más humanidad. Ya está lanzándose como loco hacia la “transición” a un sistema “sostenible” ajeno a los combustibles fósiles, y cuanto más amenazado se vea por obstáculos naturales, más despiadado y extremo se volverá su intento se transición. Aquellos de nosotros que entendemos que el sistema industrial es un mal colosal que no puede ser reformado no podemos permitirnos sentarnos y esperar a que se derrumbe debido a los obstáculos naturales. Debemos hacer todo lo que podamos para obligarlo a colapsar, cuanto antes mejor.

Afrontar directamente el problema de la tecnología y ser racionales en nuestros cálculos, es algo psicológicamente doloroso. Sería (relativamente) más reconfortante pensar que el mundo natural pronto impondrá unos límites estrictos al crecimiento del sistema, como por ejemplo que éste se verá obligado bien a contraerse seriamente o bien a colapsar. Desafortunadamente, una estimación honesta y precisa de los hechos no apoya esta noción. Tal como el propio Heinberg inadvertidamente reconoce: “Es un autoengaño hacer hincapié en imágenes esperanzadoras del futuro sólo para evitarnos tener que afrontar verdades desagradables o para evitar tener que tomar medidas difíciles”.

[1] Traducción a cargo de Último Reducto. Reseña original en inglés. N. del t.

[2] Páginas 208-209. En lo que respecta a este análisis, este libro falla allá donde Anti-Tech Revolution de Theodore Kaczynski acierta.

[3] Existe edición en castellano de este libro: Se acabó la Fiesta: Guerra y colapso económico en el umbral del fin de la era del petróleo, Barrabés, 2006. N. del t.

[4] “Peak oilists” en el original. N. del t.

[5] Sobre todo, éste parece ser el caso, de Richard Heinberg y John Michael Greer. Tanto si el pico del petróleo lleva al colapso como si no, promete de todos modos una transformación radical de la sociedad que abre vías a la realización de sueños sociales. Para Heinberg, éste parece ser un momento de crisis en el cual la sociedad avanzada se ve forzada a adoptar formas de vida más “sostenibles”. Para Greer, que sigue una tradición mística, el sueño es un retorno a una experiencia más primitiva. La era del petróleo es sólo un problema histórico pasajero, nos dicen: la terrible destrucción del medio ambiente, la asfixiante esclavitud moderna asalariada, el vacío espiritual de los suburbios, la depresión, la ansiedad y la falta de sentido de la experiencia moderna, son todas ellas manifestaciones de una experimentación temporal de la humanidad con los combustibles fósiles que está llegando a su fin. Habrá un gran caos y mucho sufrimiento a corto plazo, pero cuando el polvo se asiente, la tierra al menos podrá relajarse, y el hombre podrá ser libre. “[E]n el mundo post-petróleo, la humanidad descubrirá un modo de vida que es psicológicamente más satisfactorio así como ecológicamente más sostenible que el que hemos conocido durante la era industrial”. Página 5 [cursiva añadida].

[6] Página 127.

[7] Jean Laherrère, citado por Michael Lynch, “What Ever Happened to Peak Oil?” Forbes magazine, 29 de junio, 2018. Disponible online en:https://www.forbes.com/sites/michaellynch/2018/06/29/what-ever-happened-to-peak-oil/#7c43cb12731a.

[8] Theodore Kaczynski, Anti-Tech Revolution, Scottsdale, AZ: Fitch&Madison Publishers, 2016, página 59. Para una descripción más sistemática de este proceso, véanse las páginas 60-64 en la misma obra.

[9] Página 134.

[10] Página 134.

[11] Y así llegamos al paradigma o cosmovisión actual, del cual el mejor representante en este caso es el propio “fundador” del pico del petróleo, el geólogo Marion King Hubbert: “La actual civilización industrial mundial se ve perjudicada por la coexistencia de dos sistemas intelectuales universales, parcialmente superpuestos e incompatibles: el conocimiento acumulado en los últimos cuatro siglos acerca de las propiedades e interrelaciones de la materia y la energía; y la cultura monetaria asociada que ha evolucionado a partir de costumbres cuyos orígenes se remontan a la prehistoria”. (Página 99).

¡Esto es de una ingenuidad pasmosa!  Sin embargo, también es típico del encuadre mental que los científicos y técnicos han venido manteniendo hasta hoy. Las “propiedades e interrelaciones de la materia y la energía”, a saber, el conocimiento acumulado y la práctica cada vez más avanzada de la ciencia y la tecnología dependen profundamente de, y están interrelacionados con, “el sistema monetario asociado”. La ciencia y la tecnología no pueden desacoplarse respecto de la sociedad de un modo tan sencillo como Hubbert y sus colegas científicos parecen creer. Es fácil ver por qué lo creen: pueden seguir felizmente con sus “actividades sustitutorias”, tratando de avanzar en sus carreras, de lograr satisfacción, emoción, estatus y prestigio, a la vez que convenientemente reniegan de cualquiera de los efectos inesperados y detrimentos que inevitablemente resultan del avance de la tecnología. Mediante la separación artificiosa de la práctica de la ciencia respecto de la sociedad, pueden criticar a sus pequeños chivos expiatorios (el “Capitalismo”, los “políticos”, el “sistema monetario”, etc.) mientras siguen alegremente haciendo avanzar la tecnología.

[12] Un buen ejemplo de esto es el modo en que algunos creyentes en el pico del petróleo se han apartado de la idea del “pico del suministro de petróleo” y han abrazado la idea del “pico de la demanda de petróleo”. En este caso, piensan que las energías “verdes” alternativas van camino de mitigar o anular  la demanda de combustibles fósiles. (Joe Romm, “Peak Oil Returns: Why Demand will Likely Peak by 2030”, Think Progress, 22 de febrero, 2016. Disponible online en: https://thinkprogress.org/peak-oil-returns-why-demand-will-likely-peak-by-2030-86d6621c119c/#.r7cz1o353).

Esto también es algo increíblemente ingenuo. Mientras el petróleo pueda aún aportar, en cuanto a inversión, un rendimiento energético neto superior a las alternativas seguirá siendo usado por el sistema en su conjunto.