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En el 2009, una persona me escribió preguntando si creía que las armas nucleares eran el aspecto más peligroso de la tecnología moderna. Lo que sigue es mi respuesta, bastante modificada.

El aspecto más peligroso de la tecnología moderna probablemente no sean las armas nucleares. Se podría afirmar razonablemente que el aspecto más peligroso de la tecnología moderna lo constituyen los remedios que muy probablemente sean adoptados para contrarrestar el cambio climático.

Las naciones tienen un fuerte incentivo para evitar usar armas nucleares, al menos a gran escala, ya que probablemente dicho uso sería suicida. Esto no significa que la guerra nuclear no pueda darse nunca. Al contrario, el riesgo de que ocurra es muy real. Pero, al menos en un futuro próximo, no es muy probable que se produzca una gran guerra nuclear.

Por otro lado, es prácticamente seguro que los países fracasarán a la hora de reducir sus emisiones de dióxido de carbono a tiempo y en cantidad suficiente como para evitar que el calentamiento global llegue a ser desastroso. En lugar de eso, el calentamiento global será mantenido bajo control mediante la llamada “geoingeniería”. Esto significa que el clima terrestre será artificialmente gestionado para mantenerlo dentro de unos límites aceptables.1 De las muchas herramientas que se han propuesto para la gestión del clima de la Tierra, tres ejemplos pueden ser citados aquí: (i) Puede verterse hierro en polvo en los océanos con el fin de estimular el crecimiento del plancton, el cual absorberá el dióxido de carbono de la atmósfera.2 (ii) Se pueden crear microbios u otros organismos genéticamente modificados que consuman el dióxido de carbono atmosférico.3 (iii) El dióxido de carbono puede ser bombeado hacia depósitos subterráneos para mantenerlo almacenado allí de forma permanente.4

Cualquier intento de aplicar la geoingeniería conllevará un serio riesgo de catástrofe inmediata. “la geoingeniería hace que el problema de la defensa frente a misiles balísticos parezca algo sencillo. Tiene que funcionar de forma precisa a la primera”.5 Las nuevas soluciones tecnológicas normalmente han de ser corregidas repetidas veces mediante un proceso de ensayo y error; rara vez funcionan “de forma precisa a la primera”, y esta es la razón por la que la gente, “bastante acertadamente, ve [la geoingeniería] como algo a lo que temer”.6

Pero, aun asumiendo que la geoingeniería funcione de forma precisa a la primera, existen motivos para creer que las consecuencias a largo plazo serán catastróficas.

Primero: los intentos de interferir en el entorno casi siempre tienen consecuencias indeseables imprevistas. Para poder corregir las consecuencias indeseables, se requiere interferir aun más en el entorno. Esto, a su vez, ocasiona otras consecuencias imprevistas… y así sucesivamente. Tratar de resolver nuestros problemas mediante la manipulación del entorno lo único que acarreará será que nos hundamos cada vez más profundamente en dichos problemas.

Segundo: durante cientos de millones de años, los procesos naturales han mantenido el clima de la Tierra y la composición de su atmósfera dentro de unos límites que permitieron la supervivencia y la evolución de formas complejas de vida. En varias ocasiones, a lo largo de este periodo, el clima ha variado lo suficiente como para causar la extinción de numerosas especies, pero nunca se ha vuelto tan extremo como para eliminar todos los organismos más complejos.

Cuando los seres humanos hayan tomado en sus manos la gestión del clima terrestre, los procesos naturales que han mantenido el clima dentro de unos límites aceptables para la vida perderán su capacidad de llevar a cabo dicha función. El clima será completamente dependiente de la gestión humana. Dado que el clima terrestre es un fenómeno a nivel mundial, no podrá ser gestionado por grupos locales independientes; su gestión tendrá que ser organizada de forma internacional y, por tanto, se requerirá una comunicación rápida a nivel mundial. Por este motivo, entre otros, la gestión del clima de la Tierra será dependiente de la civilización tecnológica. Todas las civilizaciones del pasado han acabado hundiéndose y, del mismo modo, la civilización tecnológica moderna terminará viniéndose abajo antes o después. Cuando eso suceda, el sistema de gestión climática dependiente del ser humano se hundirá también inevitablemente. Dado que los procesos naturales que hasta ahora han mantenido dentro de ciertos límites el clima terrestre ya no estarán en funcionamiento, es de esperar que el clima terrestre se vuelva loco. Con toda probabilidad la Tierra se calentará o se enfriará demasiado como para que sobrevivan formas de vida complejas, o el porcentaje de oxigeno en la atmósfera disminuirá excesivamente, o la atmósfera acabará contaminándose con gases tóxicos, o se producirá algún otro desastre atmosférico.

Tercero: cuando la Tierra tenga un clima gestionado, el mantenimiento del sistema tecnológico será considerado esencial para la supervivencia ya que, como ya he señalado, el derrumbe del sistema tecnológico probablemente suponga una perturbación climática radical y fatal. La eliminación del sistema tecnológico, mediante una revolución o por cualquier otro medio, sería casi equivalente al suicidio. Dado que el sistema sería visto como algo indispensable para la supervivencia, será prácticamente inmune al cuestionamiento.

La elite de nuestra sociedad -los científicos e ingenieros, los directivos de las grandes empresas, los cargos gubernamentales y los políticos- teme la guerra nuclear porque supondría su propia destrucción. Pero estaría encantada de ver cómo el sistema que le otorga su poder y su estatus se vuelve indispensable y, por tanto, inmune a cualquier cuestionamiento serio. En consecuencia, se esforzará todo lo necesario para evitar la guerra nuclear, pero asumirá muy complacida la gestión del clima terrestre.

Notas:

1. Véase, por ejemplo, Time, 24 de marzo, 2008, página 50.

2. Wood, pág. 73, col. 2.

3. Leslie, pág. 6. col. 4 (microbios). Wood, pág. 73, col. 1 (árboles).

4.Wood, pág. 73, col. 2. Sarewitz & Pielke, pág. 59, col. 3. La cuestión de si el dióxido de carbono permanecerá enterrado tanto como creen los proponentes de este plan queda sin resolver. Incluso si un “proyecto demostrativo” (ibíd.) lograse mantener el CO2 en el subsuelo durante, digamos, diez años, eso no garantizaría que permanezca ahí durante cien o mil años. Además, cualquier proyecto demostrativo será llevado a cabo de un modo especialmente cuidadoso por expertos altamente cualificados. Sin embargo, una vez que el procedimiento se vuelva rutinario y sea ampliamente aplicado, se producirán inevitablemente negligencias y actuaciones deshonestas en su ejecución. Compárese con Kaczynski, págs. 315, 417-418.

5.Wood, pág. 76, col. 1, citando a Raymond Pierrehumbert, un geofísico de la Universidad de Chicago.

6.Ibíd.

Lista de obras citadas:

Kaczynski, Theodore John, Technological Slavery, Feral House, Port Towsend, Washington, 2010.

Leslie, John, “Return of the killer nanobots”, Times Literary Supplement, 1 de agosto, 2003.

Sarewitz, Daniel y Roger Pielke, hijo, “Learning to Live With Fossil Fuels”, The Atlantic, mayo, 2013.

Wood, Graeme, “Moving Heaven and Earth”, The Atlantic, julio/agosto, 2009.

Obras citadas sin nombre de autor:

Atlantic, The

Time magazine


[a] Traducción a cargo de Último Reducto de “The Long-Term Outcome of Geo-Engineering” publicado como cuarto apéndice en el libro Anti-Tech Revolution: Why and How de Ted Kaczynski, Fitch & Madison, 2015. © 2015 Theodore John Kaczynski para el texto original. © 2017 Último Reducto para la traducción al castellano. Nota del traductor.