Un argumento ecocéntrico contra constelaciones de satélites
Por Kate McFarland
Los ecocentristas tenemos muchas razones para preocuparnos por la contaminación lumínica. Además de perturbar nuestro sueño y desconectarnos de las estrellas, la luz artificial nocturna es una amenaza importante y perjudicial para la fauna salvaje y para los ecosistemas, los cuales se han adaptado a lo largo de millones de años a los fiables ciclos diarios y estacionales de luz y oscuridad.
Un informe reciente encargado por la Asociación Internacional para un Cielo Oscuro resume esta amenaza: “Los científicos han estudiado los efectos debidos a la exposición a la luz en al menos 160 especies. Han observado daños a distintos niveles, que van desde plantas y animales individuales hasta poblaciones enteras”. La luz artificial por la noche afecta a los organismos vivos en numerosos aspectos de sus vidas, entre ellos “la búsqueda de alimento, la hora a la que ciertos animales salen de sus escondites, la reproducción de plantas y animales y la migración y la comunicación de los animales”, y puede afectar a redes tróficas enteras al “modificar la interacción entre las especies depredadoras y sus presas” (Barentine, 2022: 4). Un metaanálisis reciente de más de 100 estudios concluyó que, debido a sus consecuencias ecológicas adversas, la luz artificial debería utilizarse por la noche sólo cuando fuese necesario y su uso debería regularse como el de cualquier otro contaminante (Sanders et al., 2021).
Hasta hace poco, a los defensores del cielo oscuro nos gustaba señalar, con optimismo, que la contaminación lumínica es la más fácil de eliminar –bastaría con sólo apretar un interruptor (o con una catástrofe natural, como el terremoto de 1994 que provocó un apagón en Los Ángeles y que llevó a algunos habitantes de la ciudad a llamar alarmados al Observatorio Griffith para preguntar por una extraña nube gigante que se veía en el cielo; acababan de observar la Vía Láctea por primera vez). En los últimos años, sin embargo, nuestro optimismo se ha visto perturbado por una nueva amenaza para los cielos nocturnos: las megaconstelaciones de satélites como el proyecto Starlink de Elon Musk.
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