Nota: aquí meramente aparece nuestra presentación de las reseñas. Para leer las reseñas completas haga clic en el título de cada una de ellas.
En Naturaleza Indómita ya hemos publicado antes algunos textos de Tomislav Markus (1969-2010) que, a pesar de sus deficiencias, nos parecieron interesantes por diversos motivos, siendo uno de los principales el hecho de que el autor haya sido uno de los rarísimos ejemplos de historiador no antropocéntrico y crítico con el sistema tecnoindustrial fuera de la órbita angloparlante (si no el único).
Algunos artículos de Tomislav Markus están disponibles en (mal) inglés en Internet, pero, por lo que sabemos, sus libros siguen estando publicados exclusivamente en croata. Uno de sus colegas, Tomislav Krznar, escribió las dos reseñas que presentamos aquí, “Ecología y antiecología. La civilización tecnológica tardía y las posibilidades del ecologismo radical” y “La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea. Una revisión bioecológica”, las cuales podrían servir como resumen y guía para profundizar en las ideas de Markus. Y por eso las hemos “traducido”. Decimos “traducido”, entre comillas, porque en realidad las reseñas originales están escritas en croata, y nosotros no sabemos croata, así que hemos tenido que usar dos traductores automáticos para poder pasarlas primero a inglés (o a español) y luego nosotros poder interpretar y redactar el resultado en español de forma que quedase un texto mínimamente inteligible, con todos los problemas y riesgos que ello conlleva: pérdida o tergiversación de la información en cada paso de la cadena de traducción e interpretación; mala calidad inherente a las traducciones automáticas; posibles errores humanos de traducción; errores de expresión y redacción en los textos originales; etc. Por lo que avisamos a los lectores que estas dos “traducciones” (por llamarlas de algún modo) son meramente tentativas y aproximativas y no podemos asegurar que reflejen en todos los casos de manera completamente exacta ni las ideas del Markus ni las interpretaciones de Krznar acerca de las mismas.
Por supuesto, y teniendo todo esto presente, si como creemos, lo que hemos interpretado no se aleja mucho de lo que tanto Krznar como Markus querían decir, hay que señalar que, aunque Markus iba bien encaminado en muchas de sus intuiciones y es un autor que merece la pena conocer, algunas de sus ideas concretas (y/o la forma vaga, superficial o incoherente en que aparentemente las formuló) dejan mucho que desear. Algunas de sus deficiencias (sólo las más importantes) en relación a estas reseñas serían:
§ Para empezar, en “La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea. Una revisión bioecológica”, Krznar, supuestamente presentando las ideas de Markus al respecto, dice: “La ecología profunda es una oposición mental, activa y vital a los contenidos dominantes de la civilización tecnológica: el mito del progreso, el antropocentrismo y la creencia en que la naturaleza es una fuente de materias primas y un vertedero de residuos con un único objetivo, que es servir a la humanidad”. Sin embargo, rechazar el mito del progreso, el antropocentrismo y valorar intrínsecamente la Naturaleza no necesariamente conllevan comulgar con la ecología profunda en su conjunto.
Es más, dentro de todo el batiburrillo de ideas que se han dado en llamar “ecología profunda” existen a su vez marcadas diferencias entre distintos autores o corrientes en muchos aspectos, cosa que en las reseñas sólo se señala una vez y exclusivamente respecto a la actitud de los denominados “ecologistas profundos” hacia “los pobres”, como si en todo lo demás las actitudes y posturas de los autodenominados ecologistas profundos fuesen homogéneas. En resumidas cuentas, a juzgar por las reseñas, cabe dudar de que el retrato de la “ecología profunda” que, según Krznar, Markus hacía en sus libros refleje de forma fidedigna en qué consiste esta corriente y no estuviese en al menos algunos casos proyectando sus propias ideas e inclinaciones sobre ella o, lo que para el caso viene a ser lo mismo, adoptando esa etiqueta para denominar a sus propias ideas sin que realmente éstas tuviesen mucha relación con las ideas originales de Naess (algo habitual entre muchos de quienes simpatizan con la ecología profunda y se autodenominan ecologistas profundos).
§ Markus confundía el excepcionalismo humano o el dualismo humano-Naturaleza[1] con el antropocentrismo; o consideraba al menos que ambas cosas van inevitablemente unidas.[2] Y, en consecuencia, caía en el error de rechazar completamente dicho dualismo y creerse y repetir la letanía de que el ser humano es parte de la Naturaleza y todo lo humano es natural (monismo), sin darse cuenta (como les pasa a muchos otros que también se la creen y la repiten) de que eso era contradictorio con su propia, y acertada, teoría de la “discontinuidad biosocial” (Markus usaba esta expresión en otros textos para referirse a la falta de adaptación evolutiva de los seres humanos a las condiciones de vida civilizadas) y su rechazo de la destrucción y sometimiento del entorno salvaje. Si todo debe ser considerado natural, entonces también deberían serlo la destrucción y el sometimiento de los ecosistemas salvajes o de la expresión autónoma de la naturaleza humana.[3]
§ Markus, hablaba de forma imprecisa de los pueblos del pasado preindustrial denominándolos “tradicionales”, “tribales”, etc. sin que se sepa bien a qué sociedades preindustriales se refería en concreto (¿civilizadas preindustriales en general? ¿Precivilizadas en general? ¿Cazadoras-recolectoras nómadas en exclusiva?), lo cual, dependiendo de cómo se interpreten esos términos en cada caso, puede implicar que lo que dijo al respecto sea un verdadero disparate o una patraña.[4] Este error es sólo un ejemplo concreto de una deficiencia más general y extendida entre muchos de quienes tratan de valorar y defender la Naturaleza salvaje y rechazar la sociedad tecnoindustrial: la incapacidad para ser precisos y rigurosos a la hora de usar los términos, de definir los conceptos y de razonar lógicamente a partir de ellos. En este aspecto, lamentablemente, los textos de Markus (al menos los pocos que nosotros conocemos) a menudo dejan mucho que desear.
Además Markus solía intentar señalar explícitamente en sus textos que no idealizaba a esos pueblos “tradicionales” o “tribales”, pero en realidad caía precisamente en ello cuando sugería cosas como que vivían en armonía con los ecosistemas no artificiales y que no eran antropocéntricos. Esto muy probablemente no fuese cierto en la mayoría de los casos, ni siquiera si interpretamos (mal) los términos “tribal” o “tradicional” como sinónimos exclusivos de “primitivo”, “precivilizado” o incluso “cazador-recolector nómada”.[5] Si simplemente muchos de dichos grupos humanos primitivos no destruían su entorno en un grado apreciable es porque tecnológicamente no podían hacerlo y demográficamente no lo necesitaban aún (así, por ejemplo, los cazadores-recolectores nómadas eran demasiado pocos aún y tenían unos medios tecnológicos muy poco desarrollados, lo cual normalmente les impedía -y a su vez hacía innecesario- causar mucho daño a los ecosistemas que habitaban).
§ A pesar de sus críticas a la “democracia”[6] (y sea lo que sea que quisiese decir con este término), Markus aún creía demasiado en ella ya que, según él, la democracia permitiría que los habitantes de ciertas sociedades controlasen a sus líderes y gobiernos para evitar el totalitarismo.[7] Aun en el supuesto de que esto fuese cierto[8] no se entiende qué tiene eso que ver con lo ecológico (“reducir el carácter destructivo de la sociedad”). A nivel global (y también a menudo a nivel local) los países democráticos desarrollados causan unos impactos ecológicos similares o incluso mayores que los países no tan democráticos ni desarrollados y, es más, la influencia real de la mayoría de la población de los primeros en las decisiones de los gobiernos acerca de actividades o proyectos ecológicamente destructivos o es nula o es, en todo caso, a favor de los mismos: a la hora de la verdad la mayoría de las personas de los países democráticos o bien, en el “mejor” de los casos, consideran que dichos proyectos y actividades no les afectan negativamente a ellos y por tanto les da igual que los lleven a acabo o bien apoyan y/o aplauden muchos de dichos proyectos y actividades porque los ven como algo bueno, como progreso. ¿Cuántos hay que se opongan a “mejorar” (es decir, ampliar y modernizar) la red de transportes, de producción y distribución eléctrica, de aprovechamiento hidrológico, de comunicaciones, la infraestructura industrial, etc.? ¿Y de entre ellos, cuántos consiguen realmente “reducir el carácter destructivo de la sociedad”, sea por medios democráticos o no?
Y, sea como sea, la existencia o la ausencia de democracia (o su grado de aplicación) en particular, o la forma de organizar una sociedad (la estructura social) en general, no influyen de manera significativa en los impactos ecológicos de dicha sociedad. Son las formas en que dicha sociedad tiene que extraer y utilizar la energía, la materia y el espacio que necesita para perpetuarse y crecer (es decir, la infraestructura social), las que causan dichos impactos.
§ En las reseñas, Krznar a veces hace referencia a que Markus consideraba que defender y proteger las áreas salvajes, o simplemente (quizá[9]) referirse al concepto de la Naturaleza salvaje, es paternalista, antropocéntrico, etnocéntrico y tecnocéntrico.[10] Aquí creemos que Markus podría estar refiriéndose más en concreto al concepto de lo que en el mundo anglófono se denomina “wilderness” (término de difícil traducción que suele hacer referencia a zonas naturales salvajes en general o a áreas salvajes protegidas en particular, según el contexto y el caso) y con ello estar haciéndose eco en gran medida de los argumentos de una serie de críticos de tal concepto (los llamados revisionistas postmodernos del concepto de la Naturaleza salvaje, sobre los cuáles hemos publicado ya múltiples textos[11]). Algunos de estos argumentos afirman que las áreas salvajes protegidas separan al ser humano de la Naturaleza promoviendo el dualismo humano-Naturaleza; que excluyen a los seres humanos que habitaban en ellas antes de ser declaradas protegidas; que esa gente que las habitaba nunca las consideró salvajes o que nunca lo fueron en realidad ya que la gente las habitaba, las gestionaba y utilizaba sus recursos; que el concepto de “lo salvaje” es meramente una “construcción social” creada por los colonizadores europeos u “occidentales”, etc. En tal caso, Markus estaría tirando piedras contra su propio tejado al asumir y adoptar ingenuamente los argumentos de esos críticos del concepto de lo salvaje, ya que en el fondo estos argumentos defienden la humanización y domesticación de la Naturaleza y estaría tomándolos como posturas más serias y respetables de lo que son en realidad, sin tener en cuenta las motivaciones ideológicas, políticas e incluso económicas de quienes las promueven.
De todos modos, aun dejando de lado lo anterior, cuando Markus decía cosas como que cada vez más personas sueñan con “un mundo en el que la expresión ‘naturaleza salvaje’ ya no existirá en el lenguaje de ningún pueblo, porque de nuevo todo será, como lo ha sido durante miles de millones de años, naturaleza salvaje” (“La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea”), estaba diciendo una memez. El que algo exista, o no, no tiene nada que ver con que exista, o no, un término o expresión en el lenguaje humano para referirse a ello (o, para el caso, un concepto de ello en las mentes de los seres humanos), y viceversa. Así pues, lo que dicen algunos de que la idea de la Naturaleza salvaje es producto de la domesticación porque antes de ésta todos los seres humanos eran cazadores-recolectores y no tenían términos o expresiones para referirse a lo salvaje ya que, supuestamente, todo era salvaje a su alrededor (que muy probablemente es la narrativa en la que basaba Markus su cita), es otra memez. Empezando porque al menos sus campamentos o poblados, por sencillos y pequeños que fuesen, eran obra del ser humano y, por tanto, ya no eran Naturaleza salvaje, aunque lo fuese el resto del mundo. Y siguiendo, por supuesto, con que el hecho de que todo (o casi todo) fuese salvaje en aquella época no implica que entonces las personas no tuviesen siquiera una idea de lo salvaje (aunque no lo llamasen de ningún modo).[12]
Sólo los humanistas que exaltan el lenguaje y enredan con él confunden lenguaje, ideas y realidad. O tratan de que otros los confundan... Y aquí Markus parece que se dejó engatusar por ellos.
Eso por no hablar de que esas personas que sueñan con un mundo salvaje, que según Markus cada vez son más abundantes, son más bien cada vez más escasas en realidad, a medida que el sistema tecnoindustrial y los entornos y modos de vida hipertecnológicos y alejados de la Naturaleza van expandiéndose.
§ A pesar de autoconsiderarse materialista,[13] Markus a menudo acababa cayendo en el idealismo, especialmente al expresarse como si considerase que las causas de los problemas ecológicos son principalmente ciertos “paradigmas” o cosmovisiones y ciertas actitudes, ideas y valores equivocados, como el antropocentrismo. En el fondo la impresión que queda es que culpaba de la destrucción y subyugación de la Naturaleza principalmente a ciertas ideas actitudes y valores[14] y que, por ende, creía que si se cambian dichas actitudes se reducirá o eliminará sustancialmente el impacto ecológico.[15] Y esto a pesar de que decía que cambiar de ideas (“tomar consciencia”) no es suficiente si no se cambian ciertos aspectos materiales de las sociedades humanas, como la demografía y la tecnología.[16] Vamos, que no acababa de aclararse.
Por cierto, algo parecido le pasaba con su crítica del voluntarismo humanista.[17] Por un lado reconocía que las voluntades por sí solas (sin ir acompañadas de cambios materiales) no tienen el poder de cambiar la sociedad y reducir su impacto ecológico y, por otro, rechazaba “el determinismo y [...] la negación de la capacidad del hombre para construirse a sí mismo como persona espiritual y ética” (“Ecología y antiecología”), como si la voluntad humana surgiese de la nada y fuese completamente ajena a las circunstancias (libre albedrío) y más poderosa que ellas. Es difícil hacerse una idea de cómo demonios Markus compatibilizaba en su cabeza el materialismo y este tipo de aserciones, si es que era consciente de la contradicción y lo intentaba siquiera.
§ Por último, vamos a acabar esta lista de errores señalando otra confusión de conceptos: biocentrismo no es lo mismo que ecocentrismo y ambos no son necesariamente lo mismo que rechazar el antropocentrismo. Y las tres cosas ni siquiera siempre van juntas. De hecho, por ejemplo, el biocentrismo y el ecocentrismo (o el rechazo del antropocentrismo en general) pueden ser incluso incompatibles entre sí.
[1] Es decir, considerar que, al menos en algunos aspectos, como la valoración moral, lo humano y lo no humano son esferas diferentes y deben ser tratados de forma diferente.
[2] Así, por ejemplo, en “Ecología y antiecología. La civilización tecnológica tardía y las posibilidades del ecologismo radical” podemos leer: “Para el hombre moderno, hay dos mundos diferentes: la sociedad humana, llena de creaciones humanas, y la ‘naturaleza’ como algo separado de la sociedad humana” o “en el programa de Bacon […] la sociedad humana se entiende como un sujeto que ‘conquista’ y que ‘gestiona’ un objeto, es decir, a los seres y entidades no humanos’ […] Se trata de la instauración de un dualismo que tiene innumerables manifestaciones, todas basadas en la distinción cualitativa entre hombre y la naturaleza. Se trata también de la instauración de nociones antropocéntricas, cuyo núcleo es la creencia en que el hombre no forma parte de la naturaleza, sino que está por encima de ella”.
[3] No obstante, en “La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea” podemos leer: “Otra importante controversia a la que se otorga mucho espacio en las páginas de la literatura de la ecología profunda se refiere a la ‘naturalidad’ del ser humano, lo que en consecuencia implicaría la cuestión de la naturalidad de la destrucción ecológica causada por el hombre”, que viene a implicar que entonces, al menos a veces, lo humano no siempre es tan natural. Sea como sea, Markus parecía no estar siendo consciente de que esto es contradictorio con el rechazo total del dualismo ecológico que él pregonaba.
[4] Por ejemplo, en “Ecología y antiecología” podemos leer: “En las sociedades tradicionales prevalecía una imagen estática del hombre y de todo lo que existía. El tiempo transcurría con relativa lentitud, principalmente enfocado en el pasado y otorgándole un carácter cíclico, como sucede objetivamente en la naturaleza con los cambios de estaciones, o días y noches. En estas circunstancias sociales, la vida estaba en gran medida en armonía con la naturaleza. […] En cuanto a la dimensión ecológica de la vida, las sociedades tradicionales se caracterizan por un bajo nivel de entropía, un bajo nivel tecnológico y la creencia de que el hombre forma parte de la naturaleza y no se opone a ella (¡ni se eleva sobre ella!)”. Dudamos que muchos de los rasgos mencionados (los no materiales) fuesen propios siquiera de algunas (o probablemente de ninguna) de las sociedades precivilizadas, pero es obvio que esos rasgos (tanto los materiales como los no materiales) no eran propios de las sociedades civilizadas preindustriales, las cuales, sin embargo, aunque no eran aún industriales sí seguían siendo tradicionales.
[5] Véase nota de pie de página anterior.
[6] “La democracia, que el autor considera ante todo un ejercicio intelectual de masificación, la cual inevitablemente tiene efectos negativos sobre la naturaleza, porque también se basa en paradigmas baconianos” y “El último elemento de esta parte del libro está dedicado a una crítica de las doctrinas ecologistas de izquierdas en la que el autor presenta diversos aspectos de las relaciones entre los conceptos de ‘masa’, ‘élite’, ‘manipulación’, ‘público’, ‘democracia’, ‘consumismo’, etc.” (“Ecología y antiecología”).
[7] “Un aspecto importante es también el proceso de la democracia, no entendida como el gobierno de las masas no ilustradas, sino como un proceso que se esforzaría por reducir el carácter destructivo de la sociedad, especialmente como contrapeso a cualquier sistema dictatorial y totalitario” (“Ecología y antiecología”).
[8] Y no lo es. No hay más que ver la deriva, al menos en los últimos años, de ciertos estados y organismos internacionales democráticos, como la Unión Europea y sus países miembros.
[9] Recordemos lo dicho más arriba sobre el grado de incertidumbre de estas traducciones. No podemos asegurar que siempre estemos traduciendo exactamente los conceptos relativos a lo salvaje a los que el autor se quería referir. A veces los matices de ciertos términos o expresiones referentes a lo salvaje en algunas lenguas son difíciles de traducir exactamente al español. Más aún cuando las traduce una máquina a partir de una reseña de otro autor escrita en un idioma desconocido para nosotros y luego tenemos que interpretar y arreglar dicha “traducción” como podamos.
[10] Por ejemplo: “Según el autor, es importante señalar que el propio término ‘área salvaje (protegida)’ es expresión de una orientación antropocéntrica y tecnocéntrica” (“La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea”). O “Considerar las áreas salvajes […] como naturaleza que debe custodiarse para mantenerla intacta (lo cual es siempre una forma de paternalismo e incluso de antropocentrismo” (“Ecología y antiecología”).
[11] Véanse, por ejemplo: Dave Foreman “La auténtica idea de la naturaleza salvaje” (https://www.naturalezaindomita.com/textos/naturaleza-salvaje-y-teora-ecocntrica/la-autntica-idea-de-la-naturaleza-salvaje); Dave Foreman, “El mito del paisaje precolombino humanizado” (https://www.naturalezaindomita.com/textos/naturaleza-salvaje-y-teora-ecocntrica/el-mito-del-paisaje-precolombino-humanizado); o Eileen Crist “Contra la construcción social de la naturaleza salvaje” (https://www.naturalezaindomita.com/textos/naturaleza-salvaje-y-teora-ecocntrica/contra-la-construcci%C3%B3n-social-de-la-naturaleza-salvaje).
[12] Es más, ¿cómo saben si aquellas gentes tenían o no un término o expresión para denominar a lo salvaje, o una idea acerca de ello? Este tipo de afirmaciones, en el mejor de los casos, suelen basarse en extrapolaciones y generalizaciones injustificadas a partir de dudosos datos antropológicos sobre pueblos primitivos contemporáneos concretos.
[13] Markus se declaraba abiertamente materialista a nivel filosófico en algunos de sus textos. Es decir, consideraba que lo que determina el desarrollo de las sociedades humanas son principalmente los factores materiales y que las ideas y valores son en el fondo el resultado de dichos factores materiales y no su causa. Por tanto, hay que tener en cuenta que, cuando mencionaba críticamente el materialismo en Ekologija i tradicija. Uspon tehničke civilizacije (“el materialismo basado en el lucro y el consumismo masivo como referencias para medir el ‘nivel de vida’”) Markus se estaba refiriendo a otra cosa: a la forma en que popularmente se denomina a la obsesión por las posesiones materiales y las comodidades físicas, no al materialismo filosófico u ontológico (= lo material es la causa última de todo).
[14] Como, por ejemplo, cuando, según Krznar, Markus culpaba de la destrucción ecológica moderna a la filosofía de Francis Bacon que reducía la Naturaleza a un mero instrumento o recurso que debía ser sometido y utilizado para el beneficio del ser humano, mediante el uso de la ciencia y la tecnología; lo que él llamaba el “programa de Bacon” (“La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea”).
[15] Como cuando dice: “[la aceptación de la “naturalidad” como componente de la existencia humana] disminuiría la necesidad humanística de hacer hincapié en la excepcionalidad de la existencia humana, lo que también podría reducir la destrucción del medio ambiente” (“La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea”).
[16] Véanse, por ejemplo: “Si no cambia, la consciencia de las personas no puede producirse un cambio radical, pero un cambio radical de consciencia no conduce necesariamente a un cambio social”. O, “Por otra parte, se trata de superar muchos utopismos modernos cuya idea central es un intento de transformar las acciones destructivas del hombre sin cambiar radicalmente su modo de vida. Estos cambios radicales se refieren sobre todo a los elementos demográficos y tecnológicos de la vida en las sociedades modernas” (“La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea”).
[17] “Otra de las siguientes objeciones a la ecología profunda es su voluntarismo humanista, que básicamente dice que las personas pueden cambiar el curso de las cosas con sus propias decisiones. Sin embargo, estas decisiones no suelen ir acompañadas de cambios adecuados en el comportamiento, por lo que la presión sobre el medioambiente sigue siendo la misma” (“La ecología profunda y la crisis ecológica contemporánea”).