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El grado de profundidad de la interpretación del siguiente texto dependerá de la capacidad de cada lector para entender todas las referencias que Foreman hace en él y el contexto en que lo escribió. Lo que en principio parece una crítica bastante simple (aunque muy acertada) del subjetivismo e idealismo izquierdista y novoerano de muchos ecologistas, tiene en realidad bastante más enjundia. A continuación daremos algunas pistas para entender mejor algunos detalles.

Para empezar el texto fue escrito cuando aún Foreman era miembro de Earth First! (EF!) o muy poco después de abandonar dicho grupo, en medio de un encarnizado debate acerca de si ese grupo ecologista radical debía centrarse en seguir haciendo honor a su nombre (“¡La Tierra Primero!”) o debía ampliar sus miras y abrazar luchas de temática social(ista). El autor formaba parte de quienes defendían lo primero, frente a una creciente cantidad de miembros y simpatizantes de índole izquierdista y hippy que defendían lo segundo. Y muchos detalles de lo que dice en el texto van dirigidos a estos últimos. En concreto, algunos de ellos, como el famoso poeta budista Gary Snyder, ponían en cuestión la estrategia de EF!, centrada en gran medida en el ecosabotaje, no tanto en base a argumentos racionales o prácticos, sino en base a ridículos motivos místico-religiosos del tipo de los comentados por Foreman en el texto.

Por otro lado, por aquella época, Foreman era un furibundo defensor del ecosabotaje en particular y la acción directa en general, como estrategia para luchar contra la destrucción de lo salvaje. No es éste el lugar para discutir los pros y los contras de estos métodos tácticos, pero hay que señalar que la importancia con que Foreman revestía a dichos métodos iba más allá de las meras razones de estrategia práctica. Así, los mezclaba casi obsesivamente con otros asuntos y los sacaba forzadamente a colación en contextos en los que ni siquiera venían al caso, e incluso caía a su vez en cierta mística al hablar de ellos; como sucede de hecho en este texto. Más en concreto y centrándonos en lo que nos interesa en esta ocasión, el pragmatismo, el realismo y el materialismo, no son exactamente lo mismo. Suelen ir juntos, pero no son lo mismo. Una cosa es reconocer la realidad física y la Naturaleza salvaje como entes objetivos y existentes fuera de nuestras mentes y, en consecuencia, rechazar y atacar el subjetivismo y el idealismo hippies y ecoizquierdistas, y otra tratar de ser pragmáticos, centrarse en la eficacia y los resultados y buscar los métodos más adecuados a la hora de perseguir el objetivo de preservar lo salvaje. Lo segundo requiere en realidad asumir lo primero, pero no son lo mismo. Y Foreman, y muchos otros parecían no tener siempre muy clara esta diferencia.

Aparte de esto, cabe señalar que Foreman en éste y otros textos suyos parece creer que el mundo real está compuesto únicamente por la Naturaleza salvaje. Pero si la Naturaleza salvaje necesita ser defendida y preservada hoy en día es precisamente porque hay algo más en la realidad que está haciendo que la Naturaleza se degrade y mengüe. Y ese algo cada vez más presente y abundante en la realidad objetiva son los entornos artificiales creados por la sociedad tecnoindustrial.